Para hacer mayonesa, todo el mundo lo sabe o debiera
saberlo, son precisos tres ingredientes, además de una pizca de sal. Los tres
ingredientes de la famosa salsa son los huevos, el aceite y un toque ácido que
suele aportar el limón, eso y batir sin pausa y con tiento. Sólo así, esa joya
de nuestra cocina y la de Francia acaba ligándose, al emulsionarse el huevo y
el aceite como un todo, sin que el ácido del limón "corte" la mezcla.
Pues bien, los pactos para gobernar el ayuntamiento de
Madrid son una suerte de mayonesa difícil de ligar, en la que los huevos los
ponen los chicos aguerridos de Vox, el aceite lo pone el escurridizo PP de
Martínez Almeida o quien sea que lo dirija y el ácido limón va por cuenta de
Ciudadanos que, tras la sonrisa de Begoña Villacís, oculta el gesto agriado de
los dirigentes del aparato.
Llegar a un acuerdo para que Carmena no repitiese como
alcaldesa fue relativamente fácil, era mucha la prisa y, con más o menos
alegría, más o menos convencidos, llegaron a un acuerdo, hoy sabemos que
secreto, sin que, aparentemente, el limón y los huevos llegaran a tocarse, con
el peligro que eso implica para la estabilidad de la mezcla.
Ayer la cosa se puso seria cuando Vox reclamó lo suyo, que
la mayonesa supiese a huevos, los suyos, y, para que así fuese, reclamó
poder que pueda exhibir ante los suyos, reclamó para sí concejalías de las de
verdad, las de gobierno, con su ración de poder y presupuestos, pero de verdad,
no como las que el PP pretende darle en tres barrios de la capital, entre ellos
Usera, una zona n las que desde hace más de una década se han establecido
inmigrantes chinos y sudamericanos, especialmente de origen colombiano, lo que
a un partido que se reconoce xenófobo la sienta como un par de pistolones a San
Antonio.
Vox consciente del poder que tiene, no en votos sino en la circunstancia
de tener en tener la llave con la que cerrar ese gobierno tan ansiado por la
derecha que, enfurruñado como un niño maleducado y consentido, podría devolver
a la izquierda, que ya no a Carmena, porque ésta, como había prometido, el
lunes devolvió el acta de concejal tan brillantemente conseguida. Ayer mismo, a
lo largo de tres horas de la tarde, el alcalde y Ortega Smith, acompañados de
dos representantes de las respectivas direcciones de sus partidos, anduvieron
dando vueltas a la mezcla sin conseguir ligar el aceite de unos con los huevos
del otro, repasando una y otra vez la fórmula secreta que consiguieron hace
sólo unos días, apuntándola en un papel que no quieren enseñar, sobre el que no
se ponen de acuerdo, porque incluye algún ingrediente inconfesable, que siguen
escondiendo, especialmente a los ojos del partido de Rivera, que, como un limón
abierto y listo para exprimir, se seca a la espera de que los del limón y los
huevos se pongan de acuerdo.
Cuentan que la receta en discusión se consiguió ya de
madrugada, uno de esos acuerdos tan propios de las largas negociaciones de
la Unión Europea, un acuerdo de esos en los que el único vencedor es el
cansancio y que, luego, después de unas horas en la cama, ya no parece el mismo
y, por ello, nadie quiere reconocerlo. De modo que, ahora, mientras el tiempo
corre inexorable, los firmantes esconden su "pacto Coca Cola”, secreto,
inconfesable, vergonzante, en el que muy probablemente el PP dio a Vox lo que no
tenía o lo que, simplemente, no podía darle si de verdad quería que Ciudadanos
se incorporara a la mezcla.
Lo cierto es que, a estas alturas, unos y otros siguen
batiendo sus huevos y su aceite a la espera de que el limón del tercero le dé
su visto bueno, pero, de momento nada asegura que, finalmente, no se corte la
mayonesa diseñada hace meses en la Plaza de Colón, haciéndose una foto que
desde entonces nunca más se ha repetido.
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