Con mujeres como Cayetana Álvarez de Toledo, no hacen falta
machistas. Con su delgadez enfermiza y su tranquilidad enervante, la candidata
del Partido Popular por Barcelona ha conseguido sacarme de quicio cuando, esta
mañana, he escuchado su particular punto de vista sobre lo que puede y no puede
considerarse consentimiento, sobre lo que puede y no puede considerarse
resistencia, sobre lo que puede y no puede considerarse violación.
La marquesa de Casa Fuerte, rodeada de plebeyos, todos sin
la exquisita educación que ella tuvo, demostró que con mujeres como ella sobran
los machistas y que, con ideas como las suyas, Vox está de más, porque la
candidata popular, con el apoyo inestimable de Inés Arrimadas, se bastó para
encarnar el ideario ultraconservador del partido de Abascal y sus jinetes.
La señora Álvarez de Toledo vino a confirmar ayer que
algunas mujeres pueden ejercer el machismo y hacerlo de la peor de las maneras,
porque una mujer que se rebela ante quienes defienden que el silencio cohibido
o asustado de una mujer ante la violencia machista es un no tácito y, como tal,
un no tan absoluto como cualquier otro y lo hizo frente a las otras dos mujeres
participantes en el debate, Irene y María Jesús Montero, con esa altivez que la
caracteriza.
No deberíamos olvidar quien es Cayetana Álvarez de Toledo:
nada menos que la jefa de Gabinete de uno de los ministros más siniestros de
Aznar, el que en las horas y días que siguieron a los atentados del 11-M, quiso
engañar a todo un país atribuyendo la matanza a ETA, cuando ya era evidente que
Había sido obra del yihadismo, simplemente, porque, electoralmente, al PP de
Aznar le hubiese convenido que fuese obra de ETA.
La candidata popular, educada en un exclusivo colegio en
Buenos Aires y en universidades inglesas. esconde tras su apariencia delicada y
tranquila, una fiera que se desata cuando se ve acorralada y no sólo eso, sino
que se crece. No hubo más que verla en los incidentes de la Autónoma de
Barcelona, haciendo frente, protegida y a distancia, eso sí, a los energúmenos
que pretendían impedir su charla. Es como una delicada olla a presión, delicada
por fuera, que desata la fuerza de su vapor contenido en cuanto se le abre la válvula.
Sin embargo, yo ayer la vi como una mantis religiosa,
estilizada, casi bella, pero capaz de devorar al primero que se ponga a su
alcance, su macho incluido. Su voz grave, su tono monocorde y su acento
contenido, casi imperceptible, engañan, como engaña el voraz insecto, por
eso más vale quedar fuera de su alcance y no sucumbir a sus encantos, por más
que pueda tenerlos.
Su morbosa pregunta a sus circunstanciales compañeras en el
debate sobre si ellas decían que sí todo el tiempo, supongo por el contexto que
quería decir durante la relación, habrá excitado a más de uno, imaginando una
cosa y la contraria. Sin embargo, no puedo dejar de situar sus palabras en el
único contexto en el que en ese momento cabían, en la angustiosa agresión de
que fue objeto la víctima de la manada de Pamplona y de tantas y tantas manadas
que acechan a quienes, mujeres o no, quieren ser libres y felices en una
sociedad que creen madura.
No creo que nuestra amiga la mantis hubiese tenido el valor
de decir lo mismo que dijo anoche en el debate delante de la víctima de
Pamplona, aunque o que más me asusta de ella es esa frialdad y esa
inflexibilidad con que aborda cualquier asunto. Cayetana, con su afirmación de
que quienes luchan por los derechos de las mujeres quieren abrir una guerra
entre hombres y mujeres y quieren hacer creer a los demás que las mujeres nacen
víctimas y los hombres verdugos, una simplificación de la realidad que sólo
cabe en la cabeza de los monstruos de Pamplona y de algunos obispos.
Irene Montero llegó a decirle que lo último que necesita una
víctima de violación es una mujer como Cayetana diciéndole "tampoco es
para tanto", clavo al que la candidata popular se agarró para acusar a su
interlocutora de acusarla a su vez de justificar las violaciones.
Nuestra amiga la mantis fue al plató a comerse los votos del
PP y muchos de Vox, porque, eso sí, ella tiene mejor verbo y presencia que los
machotes de Abascal. Ella cree que en esta lucha todo vale, pero no, porque,
pese a lo que puedas pensar o decir desde tu torre de marfil de niña rica, un
no es un no, Cayetana.
1 comentario:
Fue vergonzoso oír a esta mujer que quería defender el machismo impuesto sin el consentimiento de la mujer. ¡Vergonzante su actitud!
Publicar un comentario