No creo que haya quien, con dos dedos de frente, se atreva a
dejar su coche en un taller en el que no sepan distinguir el gasoil de la
gasolina, le atiendan los aprendices o le preparen la factura antes de echar un
vistazo a la avería. No creo que nadie se atreva a tanto y, sin embargo, sí sé
que hay quienes arriesgan mucho más, nada menos que su futuro, a la hora de
depositar su voto o no hacerlo en unas elecciones.
Digo esto, porque, nunca como en estas elecciones, tendremos
que vérnoslas con unos candidatos tan ineptos, tan irresponsables, como para
hacer anuncios a bombo y platillo de sus intenciones, quién sabe si
improvisadas en el desayuno o en el coche, para, una vez desatada la tormenta,
dar marcha atrás de esa gloriosa manera tan propia de los políticos que
consiste en decir, me han entendido mal, se me ha sacado de contexto o,
simplemente, calificando de "fakes new", mentira, la difusión de una
de sus afirmaciones que ha sido escuchada en vivo por cientos de miles de
oyentes de un programa radiofónico y, después y durante todo el día, por
millones de telespectadores y oyentes de todo el país.
Casado que mete la pata más veces que se persigna un
sacristán loco, estaba acostumbrado, como vicesecretario de comunicación de
Rajoy, a dar la vuelta a lo dicho y hecho por sus compañeros, a elaborar los
chascarrillos y las ocurrencias que, luego, a veces repitiéndolas hasta el
sonrojo, dirían en sus mítines o en sus comparecencias públicas.
Sin embargo, no es lo mismo tener ocurrencias para eso que
tenerlas a la hora de gobernar o de pretender hacerlo, menos, cuando todos los
focos están sobre él. Alguien debería haberle dicho que no es bueno anunciar al
borde de una campaña electoral su intención de recortar en cincuenta euros el
salario mínimo interprofesional, el que cobran millones de trabajadores y sirve
para fijar gran parte del resto.
Debe de ser porque nunca lo ha cobrado o porque conoce a
poca gente que lo cobra. Si no, andaría con más tiento a la hora de hablar de
sumar o restar esos cincuenta euros que, para muchos, suponen poder pagar al
agua o la luz o la ropa o el calzado para los niños. No lo hizo, lo dijo sin
pensar en las consecuencias que sin duda le eran ajenas o pensando en los
beneficios que, para los muchos patrones que votan a su partido, sin caer en la
cuenta, nunca mejor dicho, de que son más los empleados que los pagadores.
No es la única metedura de pata de un tipo que cree que con
sonreír a la cámara basta y que es motivo de escándalo todos los días. Es más,
a veces pienso que al comienzo la jornada, antes de salir de casa, él y su
amigo Santiago Abascal cambian cromos y ocurrencias. A veces pienso, también,
que ha sido un enemigo el que le ha recomendado la mayor parte de sus fichajes,
un predicador cuyo triste mérito ha sido el de ver a su hija asesinada, una
marquesa anoréxica y estirada que parece haberse tragado un sable, un ganadero
consorte que cree posible el aborto a posteriori y exhibe como argumento que se
ha vestido "de corto" para lidiar un toro, o una diputada autonómica de
segunda fila desde hace años, que viene regalando perlas, la presente o no
Leguina, cada vez que abre la boca.
Isabel Díaz Ayuso, que así se llama, candidata a presidir la
Comunidad de Madrid, rizó ayer el rizo de la ineptitud, al anunciar que,
si llega a gobernar Madrid y en contra de la lógica y del código civil,
convertirá en ciudadanos a los fetos no nacidos, para que su familia, si es el
caso, pueda disfrutar de los beneficios de las familias numerosas. LO hizo,
pero, como todos los torpes muy torpes, no resistió una segunda pregunta sobre
el asunto y balbuceó un "no lo han pensado todavía", cuando una de las periodistas
que había en la sala le preguntó si las ayudas y las plazas de colegios
prometidas para la familia de quien aún no ha nacido habrían de devolverse en
el caso de que el embarazo no llegase a término.
No supo que decir y eso que Camps ya había implantado la
medida en Valencia y que estuvo vigente hasta que, con Tximo Puig como
presidente, se abolió tal disparate jurídico. Anoche, por si todo lo anterior
fuera poco, parte de la fachada de la sede del PP en Madrid se desprendió al
recibir sobre ella la pancarta que, con el rostro de Pablo Casado y el lema
"Valor seguro", la cubrirá estas dos semanas de campaña.
Creo que esto del cartel es un augurio y no
precisamente bueno, pero es peor todo lo demás. Por eso me atrevo a terminar
escribiendo con la misma frase que titulo esta entrada "Allá quien les
vote".
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