Lo de ayer no fue un buen día para Pedro Sánchez y el PSOE. A media tarde, Albert Rivera presentó a la renegada del socialismo Soraya Rodríguez como fichaje estrella de su lista para Europa, mientras aún se escuchaban las risas y las chanzas que, desde el PP y alrededores se dedicaban al vídeo y al cartel de precampaña que horas antes había presentado el candidato socialista.
No puede ser que lo que se prepara y calcula como un golpe
de efecto para atraer a los votantes a una candidatura se vuelva sin apenas
esfuerzo en un bumerán cargado de sorna que golpee en la "cresta" de
quien lo paga. Es más, creo que quienes aconsejaron optar por esta
campaña deberían renunciar o ser castigados, porque, a menos de momento. parece
ser más el daño que el beneficio.
Un malintencionado, yo a veces lo soy, podría pensar que ese
responsable tan poco responsable es un tránsfuga más que sumar a la lista de
los que en las últimas semanas han abandonado el partido de su vida, el
socialismo, para engordar con escaño garantizado, eso sí, las listas de Albert
Rivera en estas elecciones, y, si no lo es, es demasiado torpe para encargarse
de algo tan importante como carteles y lemas a cuatro semanas de unas
elecciones. Eso, salvo que él y su jefe sean de los que piensan de lo importante
es que hablen de uno, o de su cliente, aunque sea bien. Si es así, enhorabuena,
porque lo ha conseguido.
Creo que es fundamental optar por un mensaje cerrado, que no
admita dobles interpretaciones ni rimas, junto a un cartel o una foto a los que
no se le puedan pintar bigotes y el autor de los que ayer se presentó ha hecho
dos dianas, dejándose llevar por la épica cinematográfica, sin pararse a pensar
que "Titanic", más que una historia de amor, es la de un naufragio y
ni España ni el socialismo están para un nuevo naufragio.
De todos modos, creo que las bromas y los chascarrillos
pasarán y lo que quedará, espero. serán los logros y la solvencia de los
candidatos, aunque aparecer como cándidos boy scouts en un terreno en el que
les aguardan los otros como gamberros borrachos de odio, mentiras y demagogia,
no parece buena idea.
De sobra es sabido que a Casado la verdad le importa un
higo, más sabiendo de donde viene y lo que importaba la verdad en su partido, y
que a Albert Rivera y quien tenga detrás debieron extirparle de niño la hormona
que segrega los escrúpulos, porque muchos no aparenta tener comportándose como
una urraca ladrona dispuesta a llevarse a su nido todo lo que brilla o cree
que, aunque como ocurre en la mayoría de sus fichajes, lo que se lleva es gente
resentida y sin futuro en el partido que abandonan.
Ese es el caso de Soraya Rodríguez que, desde la portavocía
del grupo parlamentario socialista, en la que la colocó Rubalcaba, se comportó
con una más que cierta deslealtad hacia su nuevo secretario general hasta que
fue relevada y que negó hasta el último momento estar en tratos con Ciudadanos,
con el propio Rivera, para reemplazar como trofeo, como pieza cobrada, a la
decepcionante Silvia Clemente, acusada de corrupción en sus diferentes cargos
con el PP y objeto del más escandaloso pucherazo que se recuerda en unas
primaras, que ahora estudia la Justicia.
Parece que, al igual que un mismo lema puede utilizarse a
favor o en contra del que lo paga, el mismo fichaje que se quiso convertir en
combustible electoral, puede incendiar la sala de máquinas de un partido, como
hizo Clemente en el PP de Castilla León.
No creo que Soraya Rodríguez, con su dudosa lealtad y su no
menos dudoso respeto por la verdad vaya a enmendar el error de Rivera. Más bien
me inclino a pensar que lo que hace es dejar claro el vacío ideológico de un
partido al que lo mismo el sirven, en tierra ganadera, las churras que las
merinas.
Pese a todo, me queda la esperanza de que este hilarante y
surrealista cómic electoral, con churras y merinas, lemas y carteles, en el que
estamos metidos, pase pronto y, al contrario que "Titanic", tenga un final
feliz tenga un final feliz.
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