El de hoy está siendo uno de esos días en que me da pánico
que la radio despertador se conecte y comience a contarme lo estúpida, lo
mentirosa y lo despreciable que es la mayor parte de la clase política de este
país, capaz de enredarse en dimes y diretes, versiones y más versiones de una
verdad que, casi por definición, sólo puede ser una, olvidando, y eso sí que es
grave, los problemas reales de la gente que cada cuatro años confía o se
resigna a confiar en ellos y, con sus impuestos y su esfuerzo, paga sus
sueldos.
La de ayer fue una tarde digna, más que del camarote de los
Hermanos Marx, de alguna comedia de los Monty Python, porque, si en casi todo
el cine de Terry Gillian abundan el ridículo y los personajes
"pasmaos", como el rey de Torrente, en la política española, de
ridículos y pasmados vamos más que sobrados.
No quiero ni imaginar la reacción del gobierno español,
especialmente la de su ministro de Justicia, Rafael Catalá, ocupado durante
toda la mañana de defender la honestidad de la presunta inocente Cristina
Cifuentes, cuando se enteraron, se enteró, de que el tribunal del pequeño
estado alemán en que fue detenido el fugitivo Puigdemont rechaza el delito de
rebelión incluido en la euroorden con la que se pretendía su extradición. Los
imagino como en un hormiguero recién pisoteado, empeñados en la evaluación de los
daños y la reconstrucción de las galerías, si es que aún es posible,
correteando de despacho en despacho, de teléfono en teléfono, en una escena
parecida a la que tantas veces he vivido en la redacción de la SER, cuando,
ante algunos acontecimientos, anteponía la cantidad a la eficacia y la calidad.
A estas horas, de confirmarse el pronóstico de la mayoría de
juristas a quienes he podido escuchar, la ofensiva judicial del gobierno contra
los líderes del soberanismo se habrá desmoronado, porque, si la justicia
alemana entrega al detenido y lo hace sólo por el delito de extradición, no
sólo quedará en libertad tras ser presentado ante el juez español, Llarena por
más señas, sino que éste se verá obligado por coherencia a poner en libertad a “los
jordis”, Junqueras y el resto de encarcelados. Todo un vuelco que obligará a
los unos, los políticos catalanes, soberanistas o no, y a los otros, Rajoy,
pero no sólo Rajoy, a ponerse a trabajar, a dejarse de bravuconadas y trampas y
hacer, por fin, eso para lo que les pagamos: política.
Lo peor de todo es que, casi al mismo tiempo y ante la
evidencia de que el máster que presuntamente consiguió la presidenta de la
Comunidad de Madrid y también presunta inocente Cristina Cifuentes, de haber
existido, debe estar perdido en el orinal en el que la cúpula de la Universidad
Rey Juan Carlos vacía su dignidad, flotando entre mentiras, coacciones y
servilismos.
Ni veinticuatro horas le ha durado a la presidenta, la
tranquilidad. Una tarde y una mañana, lo justo para que la presidenta del
inexistente tribunal que evaluó su improbable trabajo se desmoronase ante los
investigadores de la causa en la universidad y confesase que ni presidió tal
tribunal ni firmó el acta exhibida por Cifuentes. Y lo hizo ella, con plaza en
propiedad, mientras sus dos compañeras, sin esa plaza en propiedad, se
ausentaron con la excusa de una depresión sobrevenida.
Hoy, hace apenas dos horas, ha sido el propio director del
máster, el catedrático Enrique Álvarez Conde, ha reconocido ante los
micrófonos de Onda Cero que fabricó el acta en cuestión por orden del rector,
el de aquella ridícula rueda de prensa que "todo lo aclaraba" y que
tuvo sólo tres horas para hacerlo, "reconstruirla" en palabras suyas.
No sé en qué acabarán una y otra historia. En ambas
Ciudadanos juega un papel importante, porque que Cifuentes se vaya a su casa de
la calle Malasaña depende se sus diputados en la Asamblea de Madrid y que se
desbloquee la política catalana tiene también que ver con que acaben los vetos
y las intransigencias de los soberanistas, pero, también, de Arrimada y los
suyos.
Mientras tanto, yo, aquí, temiendo encender la radio y con
los pelos de punta.
1 comentario:
Estamos muy lejos de Alemania ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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