El PP se comporta desde hace meses como esos viejos
boxeadores pasados de años y de kilos que se mueven en el ring más por oficio y
gestos aprendidos que conscientes del rival que tienen enfrente, y no parece
que, desde luego, que esa sea la mejor estrategia ahora que tiene enfrente, no
a su enemigo de siempre, del que tiene aprendidos los golpes y la esgrima, sino
a tres o cuatro al mismo tiempo, con otro ritmo y otros estilos, a los que ni
tan siquiera es capaz de medir la distancia.
Lo que parece claro es que, en algún momento de ese combate
tan desigual, más, acostumbrado como estaba a la lucha fácil, al PP le han
"arreado" un guantazo en condiciones o quizá más de uno que han hecho
bailar su cerebro, con sus recuerdos y experiencias, dentro del cráneo, alterando
las señales que recibe del exterior y entorpeciendo, si no confundiendo, las
reacciones que debiera tener.
Qué es, si no la reacción confusa de un boxeador sonado la
propuesta hecha ayer por el vicesecretario de política social y sectorial del
PP, Javier Maroto, que en su comparecencia de ayer lanzó sus puños de forma
alocada y completamente inútil contra todo lo que se movía, en una intervención
absurda y desenfocada que en nada beneficia a su partido. Maroto tuvo, por
ejemplo, la brillante idea de pedir al PSOE que le prestase el voto de cinco de
sus diputados, los mismos que le niega el PNV, para aprobar los que, con un
descaro de proporciones bíblicas, calificó como "los presupuestos más
sociales de la historia de la democracia" el trampeado proyecto que
pretende presentar al Congreso, si es que al fin es capaz de encontrar los
cinco votos que complementen el apoyo que sus parientes ideológicos de
Ciudadanos ya le han garantizado.
Hace falta estar mal, o despistado, para llegar a pensar,
por mucho que haya cinco o más diputados socialistas dispuestos a hacerlo, que
el PSOE vaya a darle la llave para aprobar estos presupuestos que, por más que
se empeñe Maroto, no hacen otra cosa que consagrar la injusticia en el reparto
de la recuperación, en el que, salvo el caramelo bien ganado por los
pensionistas levantados en las calle, da alas al beneficio de multinacionales y
grandes propietarios, olvidándose de quienes lo perdieron todo o casi todo a
consecuencia de la crisis.
Por si fuera poco, el torpe vicesecretario de política
"social" y sectorial del PP no perdió la ocasión para, a propósito
del anuncio de su próxima paternidad / maternidad, arremeter contra Pablo
Iglesias e Irene Montero, a los que acusó de controlar como pareja un partido que
nació con idea de asamblea, como si en el PP no hubiese en su partido casos
flagrantes de nepotismo, compadreo y no sé cuántas aberraciones
democráticas más.
En fin y al margen del culebrón de Cifuentes y su máster y
las consecuencias que podría tener su comparecencia mañana en la Asamblea de
Madrid, si lo de ayer es lo mejor que puede subir al ring el Partido Popular,
más le vale tirar la toalla y dejar el combate para restañar sus heridas y,
sobre todo, hacerse mirar a conciencia, porque el encefalograma que presenta es
ahora más bien plano.
1 comentario:
Muy bien analizado ...
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