miércoles, 11 de abril de 2018

LOS CHICOS SIN LAS CHICAS


El tribunal Constitucional va a avalar que con mis impuestos y en los colegios privados concertados, uno de los grandes negocios de la iglesia católica, niños y niñas puedan ser segregados. O sea, que los niños vayan a colegios sólo de niñas y las niñas a colegios sólo de niñas. A mí, que incluso me parece mal que, sin tener que pagarlo de mi bolsillo, se divida a la infancia en función de si hacen "pis" de pie o sentados, lo del Constitucional me parece un paso atrás de varias décadas.
No sé qué tratan de evitar o conseguir quienes quieren que los niños se eduquen separados de las niñas. Me lo tienen que explicar, porque yo, que fui a un colegio sin niñas, siempre he creído que a mi educación le faltaba algo. No sé qué pretenden impidiendo que los niños sean conscientes de que sus compañeros, pese a sus diferencias fisiológicas incontestables son iguales a ellos, capaces de dar patadas a un balón o de subir a pulso una cuerda, o no, porque yo, chico entre los chicos, nunca fui capaz de hacer con arte o uno ni de intentar siquiera lo otro.
No sé si son cuestiones morales las que llevan a algunos padres a buscar para sus hijos esa educación segregada, no sé si saben que, para eso que dicen querer evitar, bastan unos minutos fuera del colegio, en la calle y que, educados lejos unos de las otras quizá cojan "eso" con más ganas, al tiempo que con menos información y experiencia. No creo que sea sólo esa la causa de tal separación. Más bien me inclino a pensar que se trata de prejuicios ideológicos, la religión no es más que ideología, de que quienes admiten y con su decisión tratan de perpetuar la discriminación de las mujeres frente a los
hombres.
Yo que hasta que llegué a la universidad no tuve compañeras reconozco que tuve una desastrosa educación sentimental: las chicas me daban miedo, como da miedo lo desconocido, no hablemos ya de la "llamada de la naturaleza", de ese momento deseado y temido también que, antes o después, me había de llegar.
Supongo que lo mío no era sólo por haberme educado en un colegio de barrio, en el que, a falta de otras experiencias, alguna que otra profesora podían convertirse en inalcanzables mitos eróticos, no me cabe duda de que la rancia España en la que me tocó crecer no ayudaba mucho, porque tampoco me llegaba de casa la información que antes o después iba a necesitar. En todo caso, algún que otro libro de presunta educación sexual como ese nefasto “Diario de Daniel" que no hacía más que mezclar el deseo con la culpa, fabricando una pasta indigesta que a más de uno le generó traumas. 
En todo caso, tampoco tengo muchos motivos para quejarme, porque, por lo que haya sido, creo que fundamentalmente por la presencia de los amigos, y porque, como chico, no tuve que pasar por la ñoñería y los traumas inducidos que pasaban las niñas, castigadas con sus pechos y su regla, no me convertí en un ñoño lleno de granos incapaz de hablar con una chica. Fue gracias a esos amigos, a la literatura y al cine que, como muchos españoles de mi edad eduqué mis sentimientos y que moldeé mi carácter, no sé si bien, y aprendí a formar mi criterio en casi todo.
Por eso para mi hija quise un colegio público y de barrio, mixto "como mandaba la ley, en el que ella, sin perder un ápice de su "feminidad" supo ver a los chicos como compañeros y amigos, algunos muy fieles, y aprendió a reírse de los prejuicios y algunos miedos innecesarios que, desde otros colegios, los religiosos se inoculan a los niños y especialmente a las niñas.
Mi hija nunca tuvo que ver el grabado que yo si vi, ese u otro parecido, en algún libro de su abuelo y mis tíos. Ese abominable demonio buscando en el baile la virtud de las doncellas. Mi hija se educó con niños y niñas de todos los orígenes y todos los colores y eligió de entre ellos a sus amigos y sus amigas y, lo que es más importante, adquirió las herramientas para ser feliz.
Por eso me revelo contra la que será decisión del Tribunal Constitucional, por eso creo que para no volver a la ridícula sociedad que, corregida y aumentada, se retrata en la película de Los Bravos, los chicos con las chicas tienen que estar.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Excelente reflexión ...