Lo que me quedaba por ver: España exportando lo mejor de su
juventud a Europa, al tiempo que aquí nos llegan un "apestados" de la
política europea, Manuel Valls, fracasado al frente del gobierno que presidió
en Francia, para ser el cartel de Ciudadanos para Barcelona en las próximas
municipales. La pirueta, sin alma como casi todo lo que hace, se la debemos a
Albert Rivera, el rey del casting, que, después de llenar sus listas de chicas,
todas guapas, todas iguales, parece dispuesto a fichar, como si de un brillante
delantero se tratase, a la gran esperanza de la política francesa, lesionado,
"chupando" banquillo y buscando desesperadamente otro equipo, otra
liga, por los que pasear su más que evidente cojera.
Manuel Valls, nacido en Barcelona, es la prueba más evidente
de la desintegración del socialismo en Europa. Llegó a la jefatura del gobierno
francés desde el ministerio del Interior y después de llevar a cabo una de
las políticas de inmigración más repugnantemente duras en Europa, que nada
tenía que ver con la idea de Francia como tierra de asilo. Valls es, que no lo
olviden los barceloneses, el ministro del interior de los campamentos de Calais, el que permitió la detención,
casi un secuestro, de una escolar inmigrante y adolescente, en el autobús en
que acudía a clase, por gendarmes armados, en una escena que en mi cabeza, lo
siento, se confunde con el intento de asesinato de la hoy premio Nobel Malala
Yousafzal, que recibió un disparo en la cabeza del talibán que pretendía
impedir que, siendo mujer, recibiese la misma educación que reciben los niños
en Pakistán.
Está claro que yo jamás daría mi voto a un personaje como
ese que, después de haberse quitado la máscara, revelándose como un
reaccionario emboscado en la izquierda, se transmuta en el candidato de la
derecha más sospechosa para la alcaldía de la ciudad de Barcelona.
Mal vamos si nuestra política local, la única a la que
pueden acceder los ciudadanos extranjeros de la Unión Europea, se convierte en
el cementerio de elefantes a que van a morir los viejos elefantes de la
política europea, porque éste es viejo antes de tiempo y está caduco en un
país, el suyo, en el que ya nadie le cree. Me pregunto qué puede buscar, más
allá de un empleo fijo y con prestigio para cuatro años, un personaje que ha
ocupado el segundo escalón del poder en Francia. No encuentro explicación a sus
aspiraciones, como tampoco la encuentro para un fichaje como éste, por más que
el autómata Rivera lo pretenda como si fuese el de una estrella, sobre todo
porque Valls tiene pasado y un pasado nada defendible, porque el camino que ha
seguido hasta ahora está sembrado de cadáveres, entre ellos el del Partido
Socialista Francés.
Quizá sea yo el que está equivocado y Rivera no haga más que
obedecer a esos jeques de la política que, como los que están arruinando parte
del fútbol europeo. Fichan y fichan, Rivera es en sí mismo uno de esos
fichajes, el primero, y levantan estructuras como Ciudadanos para que se
encarguen de velar por sus intereses que, por desgracia lo veremos, nunca son
los nuestros. Rivera apareció un día en el panorama político catalán, casi sin
antecedentes, sin pasado, pero sí con un evidente respaldo, bastante oscuro y
siniestro -el capital y la banca son siempre siniestros- como si quienes
fracasaron con la Operación Roca a finales de los ochenta pretendiesen, esta
vez, hacer bien los deberes.
Valls y Rivera, Rivera y Valls, un tándem nacido del márquetin
que sobrevuela la política española de esa manera que todos sabemos. Ojalá los
barceloneses no se dejen engañar por ellos.
1 comentario:
No se puede expresar mejor ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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