Siempre creí, porque así me lo enseñaron, que las cosas se
pueden hacer bien, mal y peor. Sin embargo, a la vista del comportamiento de
este gobierno, me he dado cuenta de que, además, las cosas pueden hacerse con
mala idea.
No puede ser otra la causa de que el peor gobierno, el más
impopular ya, que ha tenido España en sus años de democracia ponga el empeño
que pone en perjudicar con la subida del IVA a determinados sectores -el de la
cultura y los espectáculos, sin ir más lejos- que, si bien no aportarán una
gran recaudación, sí suponen un castigo a quienes viven de ellos que, como
músicos, actores y autores, tradicionalmente se han mostrado como progresistas
y desde la primera Guerra del Golfo, en abierta exposición al Partido Popular.
Nadie en su sano juicio podía ni puede negar la gravedad de
la crisis económica ni la de las medidas a tomar para salir de ella. Del mismo
modo, nadie que actúe con honradez puede negar que todas las que está tomando
el Gobierno persiguen el beneficio de unos pocos, sus amigos, aunque con ello
se esté perjudicando a la mayoría de los ciudadanos. Y no sólo eso. Es evidente
que la gente de Rajoy, la más ideologizada del PP, está aprovechando las
circunstancias para tomar venganza de quienes considera sus enemigos. Y basta,
para quien abrigue la más mínima duda al respecto, con recordar el "que se
jodan" de la diputada Andrea Fabra para convertir esa duda en certeza.
Desde que han llegado al poder, allá donde han entrado lo
han hecho "a sangre y fuego", poniendo por delante el estandarte de
su fe y su ideología -si es que fuesen cosa distinta- y blandiendo la espada
vengadora con que saldar viejas cuentas.
Es el caso de RTVE, donde los relevos son escandalosamente
ideológicos y nada profesionales, a la búsqueda, sin duda, de
"siseñores", tengan o no las patas verdes, más bien de alas azules,
antes que la solvencia y neutralidad que debe exigirse a quienes trabajan parea
el público desde lo público.
Lo digo tomando como ejemplo uno de ellos, el de Juan Ramón
Lucas por Antonio Jiménez al frente de las mañanas de Radio 1. He sido
compañero y "colega" de ambos y os aseguro que tanto la información
como la audiencia saldrán perdiendo.
Es sólo un caso, pero, para mí, es un caso paradigmático que
se puede extrapolar a cualquier otro campo de la administración. Es la letra
pequeña de ese "trágala" que nos impone el PP desde la mayoría
absoluta en mala hora le dimos. Son las patadas en la espinilla que en todo
tumulto dan los cobardes a quienes consideran sus enemigos y que no se
atreverían a dar en campo abierto. Unas patadas en la espinilla que los
partidarios de la guerra preventiva aprovechan para imponer la semilla del
miedo a quienes quedan para que, como dicen las madres asustadizas, no se
signifiquen y dejen hacer a quienes acaban de llegar con una "misión"
que cumplir,
Patadas en las espinillas que ya se han dado en RTVE, pero
también en la Policía, en Hacienda y en la práctica totalidad de la Administración.
Mientras tanto, el ministro de Economía que más caro le ha salido a España ahí
sigue, sin la decencia necesaria para presentar su dimisión por el desaguisado
causado en sólo seis meses. Aunque, ahora que lo pienso, quizá ande yo
confundido y "la misión" de Luis de Guindos no sea la de servir al
Estado al que representa, sino la de allanar el camino a sus viejos amigos de
Goldman Sachs.
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1 comentario:
Falta de memoria histórica. La derecha siempre actuó igual, cobarde y revanchista. Que sirva como recordatorio para quienes votan por impulso u oportunismo político en unas generales.
Un saludo.
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