Lo escuchaba esta mañana: "el mayor problema de España
es que ha perdido la confianza de los inversores. Yo iría aún más lejos: el
problema de este país es que ya nadie confía en nadie.
Con un gobierno para el que la mayoría absoluta que
consiguió sólo hace unos meses es ya un traje que le viene no ya grande, sino
enorme; con una oposición que se busca y no se encuentra, hipotecada por las
alegrías del pasado y atada de pies y manos para sostener las pancartas que
debería levantar; con unos sindicatos artríticos por el inmovilismo del pasado,
carentes de la inercia precisa para canalizar como debieran el descontento de
la gente; con una, prensa, en fin, incapaz ya, incluso, de hacer bien su
trabajo; con todo ello, es evidente que el mayor problema de los españoles es
que hace ya tiempo que no tienen en quien confiar. Nadie se fía de nadie. Y, si
no lo hacen, es porque no hay razones para ello.
Cómo es posible que el Gobierno oculte temporalmente la
información que debe al parlamento y a la ciudadanía, con el ánimo, quizá, de
dosificar la indignación de quienes llevan demasiado tiempo sufriendo
demasiado. Cómo es posible que la oposición no se preocupe de reclamar esa
información que el ejecutivo le esconde. Cómo es posible que la prensa la tenga
delante de sus narices y no sea capaz de cribarla y valorarla. Y digo esto
último porque esta nueva `prensa de mis entretelas ha sido capaz -y así lo han
reconocido algunos, pretendiendo como mérito lo que sólo fue torpeza o desidia-
de "colgar” en la socorrida página web que todos tienen el decreto que
niega la extraordinaria de Navidad a los funcionarios sin ser capaces de ver y
destacar que quedaban excluidos los funcionarios con la retribución más baja.
Cómo es posible subsistir en una sociedad que, por no confiar, no confía ya en
sus propias fuerzas ni en su futuro.
Nos están haciendo mucho daño y, sobre todo, se lo están
haciendo a nuestros hijos, a los que negándoles esa cadena de mutua confianza que
toda sociedad requiere, les están privando de lo último que debe perder el
hombre: la esperanza.
A este paso, acabaremos por no fiarnos ni del BOE.
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