A veces, uno echa en falta, que su dios me lo perdone,
una real escopeta que abata a todos esos elefantes que entran en la cacharrería
de nuestras vidas y lo hacen, no inconscientemente como lo haría el que abatió
el rey en Botswana, sino con la más clara intención de destrozar todo lo que ya
no les cabe en sus armarios pero tampoco quieren ver en los de los demás. Todos
ellos, por cuna o por Gürtel, tienen pasta para comprarse todos los derechos y
libertades que nos niegan a los demás. Saben que aquello que decían y tendrán
que seguir diciendo los indignados del 15-M, lo de que "no hay pan para
tanto chorizo", es cierto y, como buenos chorizos que son, quieren todo el
pan para ellos.
La mayoría de ellos han pisado mullidas alfombras desde
niños y nos desprecian. Hasta a quienes parecen más sensatos y tolerantes
-Basagoiti, por ejemplo- se les cae la careta en cuanto se descuidan y sacan a
relucir las diferencias, de clase, de estudios, de fortuna o de lo que sea. Han
crecido en el privilegio y no lo quieren perder.
Cuando Gallardón pretende restringir el derecho de la mujer
a decidir si quiere o no que su vida y la del hijo que nacerá con
malformaciones sea un suplicio, lo que pretende es poner grilletes de por vida
a esa mujer y su familia que sólo tendrán en la cabeza su desgracia y sólo
vivirán para ella. Mientras, ellos se ponen a cubierto con la seguridad de que,
si es preciso, la eficiencia y la discreción de las clínicas suizas no está tan
lejos y quién no se va unos días a esquiar o a relajarse en ese país de postal
que ha hecho de los "pecados" y las culpas de los otros su medio de
vida.
Han entrado como elefante en cacharrería en este asunto, el
descarnado asunto del aborto, y lo han hecho de igual modo en el de los
recortes con los que han dejado en nada el escudo del que los humildes se
encontraban a cubierto de las inclemencias de la vida. Sin encomendarse a su
dios ni a mi diablo han metido las tijeras a todo lo de quienes menos tienen,
dicen que por mandato de Bruselas y los mercados, aunque yo tengo cada vez más
claro que, con esa excusa, están cumpliendo la sacrosanta misión para la que
han venido que no es otra que la de "poner las cosas en su sitio" y devolvernos
a tiempos, si me apuráis, son casi prefranquistas, porque al menos en aquellos
tiempos había un minisistema compensatorio para que unos pocos y brillantes
hijos de obreros escalasen el muro que les separaba de la universidad.
Lo han echado todo abajo para convertirnos y, sobre toso,
convertir a nuestros hijos en mano de obra barata, casi esclava, al servicio de
las grandes multinacionales y los patrones sin escrúpulos. Han decidido que en
España un pensionista puede vivir demasiado tiempo y por eso le han alejado de
la farmacia y de los doctorees que les recetan los medicamentos que les
permiten alargar esos años en que, aún con achaques, podrían disfrutar de todo
lo que el trabajo y la dura vida que han levado les había negado.
Han puesto la cacharrería patas arriba y yo creo que lo han
hecho sin orden ni concierto, improvisando medidas a cual más injusta, medidas
que otros países, como Francia, se han cuidado mucho de tomar, obteniendo
mejores resultados.
Parece que ahora llega el tiempo de salvarnos. Parece que el
salvavidas que tan desesperadamente pedíamos se va a poner a nuestro alcance.
Lo que no sé es si nos servirá ya entre tanto cacharro destrozado.
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