Ya sé que nuestros vecinos del norte nunca han sido muy
cariñosos, especialmente con nosotros. Ya sé que son altivos -ah, la grandeur-
y que tienen fama de no ser especialmente limpios. Ya sé que fueron, y qué
metrópoli no lo fue, cruel con sus colonias. También sé que muy probablemente
lo que os voy a decir nace de lo bien que se lo han montado siempre en lo que
tiene que ver con cuidar su imagen. Y, cómo no, soy consciente de que en mi
bachillerato el idioma extranjero fue el francés y que madame Yvette, con sus
historias, me hizo amar Francia y la vida. Y, por si todo esto fuera poco, la
primera vez que salí de España, en un trenecillo, desde Irún hasta Hendaya,
allá por el verano del 73, Irún estaba nublado y sucio y nos recibió una
Handaya soleada y luminosa... Pues, aún así, a pesar de que sé de lo subjetivo
de mis deseos, a veces tengo unas ganas locas de ser francés.
Ayer, sin ir más lejos, me emocionó escuchar al primer
ministro Ayault defender con coraje a los más débiles, todo lo contrario de lo
que sucede aquí, donde a los pensionistas ya no les salen las cuentas, y
mostrándose contrario a esa injusta austeridad que nos impone quien vuela a
Kiev a hacerse una foto, cuando el Estado estaba suficientemente representado
por el heredero. Un día antes supimos que los sin papeles franceses quedan
libres de ese "impuesto" de 30 euros -demasiados para quienes no
tiene nada- que se les exigía para acceder a los medicamentos. Por si fuera
poco, los socialistas franceses han suprimido la subida del IV aprobada para
octubre por el mismo Sarkozy que, al parecer, "chuleaba" a la
octogenaria heredera de L'Oreal, para pagarse sus campañas. También nos han
contado que lo que no recauden sacándolo con el IVA de los bolsillos de todos,
saldrá de las grandes fortunas y de las grandes compañías, especialmente las
petrolíferas.
Me gusta. Me gusta que los franceses en un momento tan
crucial para Europa, como lo es éste, hayan levantado una barricada con la que
frenar a frau Merkel y sus palmeros. Me gusta su sistema electoral, con sus
segundas vueltas, que, con la posibilidad de rectificar en quince días, impiden
locuras como la de entregar todo un país atado de pies y manos a un tipo como
Rajoy.
Me gusta saber que la mayoría de quienes llegan a lo más
alto en la política francesa, muy a menudo lo hacen saltando directamente desde
ayuntamientos en los que han servido -sí, he escrito servido- como alcaldes. Me
gusta que en Francia se le dé tanta importancia a lo municipal. Y me gusta saber
que la mayoría de los franceses, cuando hablan de política, saben de qué están
hablando.
Me gusta sobre todo de qué manera Francia entera defiende su
cultura como aquí sólo somos capaces de defender a "la roja". Me
gusta pasear por las calles de sus ciudades junto a los venerables muros de
liceos en os que los franceses llevan estudiado gratuitamente desde hace dos
siglos.
Me gusta Francia y me gusta ese amor que tienen los
franceses más que a los símbolos, a todo aquello que la ha hecho grande,
incluidos todos los emigrantes que por hambre o persecución recalaron allí.
Por todo ello y por muchas cosas más, mamá yo quiero ser
francés.
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luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
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