No daba crédito a mis oídos cuando ayer me enteré por Carles
Francino de que la preciosa canción de Frank Loesser "Baby, it's cold
outside", incluida en la banda sonora de "La hija de Neptuno",
que ganó el óscar a la mejor canción en 1950, acaba de ser censurada casi
setenta años después por la radio pública canadiense CBC, porque, según los
oyentes que enviaron sus protestas, arrastrados por los de una emisora de
Cleveland, aleccionados por las voces del "Me too", que ven en ella
el preludio de una violación.
No daba crédito a lo que escuchaba y, además, me cabreé como
posas veces y no sólo porque, si voy a Canadá, ya no podré escuchar en su radio
pública una de mis canciones preferidas, sino porque, si seguimos por este
camino, acabaremos por prohibir las representaciones de "Don Juan
Tenorio", la le lectura del Antiguo Testamento y la mayoría de los
clásicos de la Literatura Universal, comenzando por obras maestras como
"Lolita" de Nabokob o el Decamerón de Bocaccio, para salvar sólo
algunas plegarias, y no todas.
Estoy muy, pero que muy cansado, de sensibilidades heridas
azuzadas en las redes, que como jureles o estorninos esconden su pequeñez,
nadando en bancos descomunales o volando en bandadas de millares de individuos
que simulan ser algo mucho mayor, una amenaza, que ponga en fuga a sus
depredadores. No digo yo que las mujeres que lanzaron la campaña "Me
too" lo sean, tenían razón y fueron valientes en sus denuncias, pero sí
que entre sus seguidores hay demasiados estorninos.
Hace mucho tiempo que vengo diciendo a mis amigos que
etiquetar lo políticamente incorrecto es quizá lo único políticamente
incorrecto. Nos estamos dejando estrangular con preciosas corbatas y pañuelos
de seda. Dejamos que nos los pongan al cuello, sin pararnos a pensar que, poco
a poco, nos niegan el aire, no nos dejan respirar.
El domingo, camino de las cañas que solemos tomar a la
salida del Rastro, a mi amigo Guillermo no se le ocurrió otra cosa que
preguntarme por la campaña de los animalistas para que expresiones como
"coger el toro por los cuernos" o "matar dos pájaros de un
tiro" salgan del diccionario. Naturalmente, la cosa me cabreó casi
tanto como lo de ayer y me pregunté en voz alta "y después qué",
porque por ese camino, insisto, vamos muy mal. Por ese camino vamos a conseguir
que los "estorninos" y las cada vez más mal llamadas redes sociales,
depositadas en empresas que, armadas de sus robots busca pezones, ciegos ante
la violencia que ellos mismos contemplan enfermos o ayudan a difundir, se están
convirtiendo en una especie de policía de la moral, su moral, que para sí
quisiera el mismo Goebbels.
Conseguirlo es fácil. No hay nada como la simpleza, el
blanco y el negro sin matices. Pocas verdades y muy nítidas. Dicho de otro
modo, lo que hace falta es tener reglamentos, ese listado de cosas que se deben
y no se deben hacer, que hay que aplicar a rajatabla y que permite, por
ejemplo, difundir en la televisión, dentro del horario infantil, escenas sin
censurar de una pelea a machetazos, cubriendo, eso sí, con pitidos las
"palabras gruesas". Fariseísmo en estado puro para quien lo quiera
comprar, que, por desgracia es mucha gente.
Poco a poco, con estas "micro censuras" nos
empujan hacia la autocensura, que, como todo el mundo debe suponer es a peor de
todas ellas. Pensad sólo una cosa: Gila que creció en el franquismo y le
sobrevivió, hoy no tendría cabida en nuestro mundo y, si lo tuviera, viviría en
peligro de ser puesto un día sí y otro también ante los jueces. Tenemos la piel
muy fina, demasiado, y con tanta prohibición, tanta censura, tanta sensibilidad
herida por nada, cada vez la tendremos más fina, mientras afuera hace frío,
mucho frío, y necesitamos del calor de la creación en libertad que, como el
mejor de los tesoros, tenemos que defender.
1 comentario:
Hoy en día se saca todo de contexto ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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