viernes, 14 de diciembre de 2018

SALVINI A CABALLO



Vaya por delante que tengo reparos a la hora de escribir sobre Santiago Abascal y su partido, Vox, porque sospecho que ambos son de los que proclaman eso de "que hablen de mí, aunque sea bien", pero como cada vez está más claro que a la derecha española, PP y Ciudadanos hasta ahora, le puede la ambición y le puede hasta el punto de no dudar en acordar con el supremacista Abascal la "toma" del poder en Andalucía.
Estoy seguro de que muchos votantes de Ciudadanos y algunos del PP se harán cruces al ver cómo los partidos a los que han votado forman gobierno con el apoyo de un partido que, aunque se sirve de ella, desprecia la democracia, persigue a los inmigrantes, ofende a las mujeres, combate la libertad de información y respeta poco o nada el sistema que nos hemos dado. Lo malo, lo peor, es que con la misma convicción con que hoy se hacen cruces, mañana olvidarán el sonrojo y votarán de nuevo a los suyos, sin pararse a pensar en que, de su mano, habrá entado la ultraderecha en las instituciones.
Estoy seguro de que muchos de los que votaron, cansados de casi cuatro décadas de socialismo made in Andalucía, votaron lo menos malo para salir de ese bucle aparentemente eterno en que han vivido los andaluces, también estoy seguro de que muchos votantes de Podemos se quedaron en casa ante la perspectiva de que, otra vez, su voto se perdiese ante los "ascos" que unos y otros, PSOE y Adelante Andalucía" pudieran hacerse otra vez antes de firmar un acuerdo de gobierno. Tan seguro de su buena voluntad como de que se equivocaron.
De acuerdo con que su intención era buena, pero los resultados, ay los resultados, han sido nefastos, han abierto la puerta a quienes creíamos, presumíamos de ello, no tenían cabida en nuestro sistema, exactamente lo mismo que ha ocurrido en Italia, donde los nihilistas de las "cinque stelle" han metido en el gobierno a los fascistas de Salvini, un personaje que nada tiene que envidiar al mismísimo duce.
Ahora todos nos escandalizamos con el discurso inflamado, chulesco e injusto de Salvini, pero parece que obviemos que los negacionistas del sistema que se inventó el payaso Beppe Grillo han sido los que le han llevado al gobierno, dándole nada menos que el ministerio del Interior, desde el que niega el salvamento de inmigrantes náufragos y se ríe a mandíbula batiente de cualquiera de los derechos humanos.
No sé en qué acabará todo esto, pero parece claro que Ciudadanos se ha plegado a las condiciones de Casado y su "padrino" que, me temo, ni siquiera es Aznar y que se oculta en desiertos remotos ni en montañas lejanas, sino al otro lado de Atlántico, a la sombra de la Casa Blanca y sus "neocon", para quienes la meta no es La Moncloa, sino acabar con el sueño de una Europa unida y fuerte que sirva de contrapeso a la voracidad de los Estados Unidos y sus empresas. 
Nadie pone en duda el derecho al hartazgo de quienes se sienten defraudados por la izquierda, o lo que sea, que gobierna o puede gobernar, nadie. Lo que ocurre es que, de ese "yo voto a estos, que es lo que más les duele" o de la abstención decepcionada nace la fuerza de estos partidos que, como Vox, han llegado con fuerza y con recursos, al parecer ilimitados, para romper la democracia desde dentro.
Ya tenemos a nuestro propio Salvinii, el Salvini que cabalga los campos de Andalucía, y, si se queda, será más que por el apoyo de sus votantes por la falta de escrúpulos democráticos de Ciudadanos y el PP. Parece inevitable, aunque aún queda una carta por jugar, la de la abstención de los socialistas que, con la humildad y el saber perder que Susana Díaz aún no ha demostrado, aún podrían desactivar el ascenso de Vox. Si no, por el hueco abierto en Andalucía, el fascismo acabará volviendo a entrar en nuestras vidas.

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