José Luis Feito, responsables del laboratorio de (malas)
ideas de la CEOE acaba de descolgarse con una, la de que acabar con la
austericida reforma laboral del PP, la que permite empleos de unas pocas horas
a unos pocos euros y deja sin futuro a nuestros jóvenes, sería un empleicidio.
Lo dice, claro, él que, con unos cuantos cargos y unos cuantos salarios o, como
se dice de la "gente fina", unas cuantas retribuciones no parece
pasar necesidades ni agobios, pues el día le da para arreglarse ese bigotillo
"a lo facha" tan habitual en el franquismo, con el que hoy casi nadie
se atreve.
Se ve que Feito no tiene hijos y, si los tiene, los tiene
"colocados" en la senda de una vida fácil, con buenos empleos,
cargos, incluso, y buenas retribuciones. Nada que ver con la vida de tantos
jóvenes que después de superar una licenciatura o un grado se ven obligados a
luchar con dragones o piratas en la siguiente "pantalla", la de los
másteres, carísimos, que nada garantizan, pero que constituyen un trágala para
todo aquel que quiera intentar, sólo intentar, vivir de sus conocimientos.
La reforma laboral que defiende Feito es la que ha llenado
nuestras calles de mensajeros en bicicleta. a cuatro euros la entrega y a dos
entregas por hora, sin tiempo siquiera para esperar a que el receptor
agradecido hurgue en su bolsillo a la búsqueda de esa propina que ayudaría a
completar un sueldo ni siquiera suficiente, ciclistas con uno o dos títulos
universitarios, condenados al pedal y al riesgo, porque el país en el que
viven, el país que ha pagado con los impuestos de sus ciudadanos gran parte de
su formación no es capaz de garantizarles una salida profesional y digna.
En mis tiempos, más o menos los de Feito, las cosas no eran
así. Nadie nos regalaba nada, pero había siempre un horizonte más o menos
lejano al que dirigirse. Hoy ese horizonte no existe. Ya no hay un mundo para
conquistar, ya no hay sueños. Todo lo más malvivir hacinados en un piso con
gente como ellos, que tiene que conformarse con llegar a fin de mes, con pagar
la parte que les corresponde del carísimo alquiler de un piso en el que una
habitación y un hueco en un sofá son ya un lujo.
Además, y por si fuera poco lo anterior, al señor Feito, el
de la camisa impecable y el bigotito facha, no le gustan los relojes para
fichar en las empresas, acabarían con las pequeñas y medianas empresas, dice.
Para él es mejor la situación actual, la que permite que empresarios sin
escrúpulos exploten a sus empleados mal pagados, forzándoles a hacer unas horas
extraordinarias que las más de las veces no se llegan a cobrar, si no las hacen
les ponen en la calle, y, si las cobran, las cobran tarde y mal, horas
extraordinarias que se cumplen con la esperanza de consolidar un mísero puesto
de trabajo siempre en el aire, siempre sometido a la voluntad del patrón.
A Feito no le gustan los sindicatos, como a nadie en la CEOE.
Ellos prefieren a sus trabajadores solos y aislados frente a los caprichos o la
codicia de sus jefes, los quieren maleables y resignados, sufridos y
agradecidos ante cualquier migaja que "de buen rollito" tengan a bien
concederles. Con la excusa de la crisis y el "sálvese quien pueda"
que ha conllevado, los sindicatos han perdido peso y, sobre todo, prestigio,
hasta el punto de haberse convertido en convidados de piedra en cualquier
negociación, en la que se conforman con "salvar los muebles", dejando
en el desamparo a todos estos subempleados, homúnculos con carrera, para Feito
y sus amigos, siempre en la cuerda floja, siempre sin futuro. Aun así, que
nadie se confíe, porque la capacidad de aguante del ser humano es limitada y,
cuando nada hay que perder, ya nada importa.
Dicen que, en realidad, Feito es un provocador. Yo les digo
que se ande con cuidado, porque quien azuza a las fieras por vencidas y
cansadas que parezcan, se arriesga a llevarse, antes o después, un buen
zarpazo.
1 comentario:
Muy buena definición.
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