lunes, 17 de diciembre de 2018

PRIETAS LAS FILAS


Si nos tomamos a molestia de hurgar en el pasado, incluso en el reciente, de Pablo Casado y su buen amigo, no lo digo yo, lo ha dicho él, Santiago Abascal. nos daremos de bruces con José María Aznar y todo su entorno, incluida la cazadora de cerebros, Esperanza Aguirre, tan encantada o más que el propio Aznar del giro que han dado los acontecimientos en el PP.
Tanto uno como otro, Abascal como Casado, son los hombretones del PP, los jóvenes impulsivos sin contacto con la realidad, sin ninguna ocupación conocida más allá de la política, gente acostumbrada a unos salarios y unos modos de vida muy por encima de las posibilidades de la mayoría de la gente de su edad o formación, que me temo, hablo de la formación, no es mucha y se circunscribe a lo conseguido a la sombra del partido.
Abascal, hijo del último alcalde franquista de Amurrio, reconvertido al partido de Manuel Fraga, AP. estuvo ligado a las asociaciones de víctimas del terrorismo, de la mano de la muy combativa María San Gil, y, tras una carrera meteórica, alcanzó en apenas tres años de militancia la junta directiva nacional del PP, donde pronto se colocó al abrigo de José María Aznar. Una carrera fulgurante, hasta que, ya con Rajoy en la Moncloa, por discrepancias con la línea del partido fue obligado a renunciar al escaño en el que debería haber sustituido a Carlos Iturgáiz, nombrado delegado del Gobierno en el País Vasco, en un momento en el que el PP Vasco había renunciado a las políticas intransigentes de San Gil. 
Demasiada renuncia para un temperamento tan ardoroso y ambicioso como el suyo, por lo que el hoy líder de Vox no dudó en dejar el partido al que debía todo, por ejemplo, un cargo, el de director de la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad Autónoma de Madrid o el de director de la muy generosa, para él, Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social que únicamente contaba con dos trabajadores, uno de los cuales, con un sueldo de más de ochenta mil euros anuales era él. Así que, con el bolsillo dolido, dejó el PP y fundó su exitoso Vox.
Una estrategia que guarda alguna relación con la de su amigo Pablo Casado, que, en medio de la crisis de los másteres de la Rey Juan Carlos, acorralado, dio un paso al frente presentándose a las primarias del PP que, tras innumerables carambolas, le situaron como presidente del partido, apoyado por lo más rancio y más corrupto de la etapa Rajoy. De modo que, desde hace meses la voz del PP es la del locuaz Casado, un hombre que, como su protectora, Esperanza Aguirre, no duda en afirmar una cosa y la contraria, siempre que las consecuencias inmediatas de lo que dice, verdad o mentira, les favorezcan.
Así ha vendido como victoria personal lo que no ha sido, el resultado de las elecciones andaluzas, no ha sido más que una sonora derrota del Partido Popular, que, para gobernar en Andalucía como pretende. tendrá que pactar con Ciudadanos y, lo que es peor para su imagen, con Vox, el exitoso partido de su amigo Abascal.
Y en eso están ahora, reuniéndose discretamente, por sí mismos o mediante vicarios, en Andalucía, a la busca de un acuerdo que se convierta en un trágala para Ciudadanos, mientras el PP toma prestado de Vox, gran parte de su vistoso programa, a ojos de lo más montaraz del electorado, claro. Al fin y al cabo, una vieja estrategia, la de que, si no puedes vencer a tu enemigo o le temes, debes unirte a él. Por eso, el PP lleva esta semana a la sesión de control al Gobierno, los toros, la caza y las Navidades, aunque debe de tener cuidado, porque, tratando de perecerse a quien tiene a su derecha, puede acabar perdiendo a los que, qué ilusos, que el PP es un partid de centro derecha.
Quien peor lo tiene ahora es Ciudadanos, que, de tanto meter el codo en el barreño para ver si el agua ya no "quema", puede encontrársela helada cuando la necesite y ellos no tienen las raíces ni el pasado del PP y Ciudadanos que, ellos sí, perecen dispuestos de entonar el "prietas las filas".

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