jueves, 13 de diciembre de 2018

HACE FRÍO AFUERA



No daba crédito a mis oídos cuando ayer me enteré por Carles Francino de que la preciosa canción de Frank Loesser "Baby, it's cold outside", incluida en la banda sonora de "La hija de Neptuno", que ganó el óscar a la mejor canción en 1950, acaba de ser censurada casi setenta años después por la radio pública canadiense CBC, porque, según los oyentes que enviaron sus protestas, arrastrados por los de una emisora de Cleveland, aleccionados por las voces del "Me too", que ven en ella el preludio de una violación.
No daba crédito a lo que escuchaba y, además, me cabreé como posas veces y no sólo porque, si voy a Canadá, ya no podré escuchar en su radio pública una de mis canciones preferidas, sino porque, si seguimos por este camino, acabaremos por prohibir las representaciones de "Don Juan Tenorio", la le lectura del Antiguo Testamento y la mayoría de los clásicos de la Literatura Universal, comenzando por obras maestras como "Lolita" de Nabokob o el Decamerón de Bocaccio, para salvar sólo algunas plegarias, y no todas.
Estoy muy, pero que muy cansado, de sensibilidades heridas azuzadas en las redes, que como jureles o estorninos esconden su pequeñez, nadando en bancos descomunales o volando en bandadas de millares de individuos que simulan ser algo mucho mayor, una amenaza, que ponga en fuga a sus depredadores. No digo yo que las mujeres que lanzaron la campaña "Me too" lo sean, tenían razón y fueron valientes en sus denuncias, pero sí que entre sus seguidores hay demasiados estorninos.
Hace mucho tiempo que vengo diciendo a mis amigos que etiquetar lo políticamente incorrecto es quizá lo único políticamente incorrecto. Nos estamos dejando estrangular con preciosas corbatas y pañuelos de seda. Dejamos que nos los pongan al cuello, sin pararnos a pensar que, poco a poco, nos niegan el aire, no nos dejan respirar.
El domingo, camino de las cañas que solemos tomar a la salida del Rastro, a mi amigo Guillermo no se le ocurrió otra cosa que preguntarme por la campaña de los animalistas para que expresiones como "coger el toro por los cuernos" o "matar dos pájaros de un tiro" salgan del diccionario.  Naturalmente, la cosa me cabreó casi tanto como lo de ayer y me pregunté en voz alta "y después qué", porque por ese camino, insisto, vamos muy mal. Por ese camino vamos a conseguir que los "estorninos" y las cada vez más mal llamadas redes sociales, depositadas en empresas que, armadas de sus robots busca pezones, ciegos ante la violencia que ellos mismos contemplan enfermos o ayudan a difundir, se están convirtiendo en una especie de policía de la moral, su moral, que para sí quisiera el mismo Goebbels.
Conseguirlo es fácil. No hay nada como la simpleza, el blanco y el negro sin matices. Pocas verdades y muy nítidas. Dicho de otro modo, lo que hace falta es tener reglamentos, ese listado de cosas que se deben y no se deben hacer, que hay que aplicar a rajatabla y que permite, por ejemplo, difundir en la televisión, dentro del horario infantil, escenas sin censurar de una pelea a machetazos, cubriendo, eso sí, con pitidos las "palabras gruesas". Fariseísmo en estado puro para quien lo quiera comprar, que, por desgracia es mucha gente.
Poco a poco, con estas "micro censuras" nos empujan hacia la autocensura, que, como todo el mundo debe suponer es a peor de todas ellas. Pensad sólo una cosa: Gila que creció en el franquismo y le sobrevivió, hoy no tendría cabida en nuestro mundo y, si lo tuviera, viviría en peligro de ser puesto un día sí y otro también ante los jueces. Tenemos la piel muy fina, demasiado, y con tanta prohibición, tanta censura, tanta sensibilidad herida por nada, cada vez la tendremos más fina, mientras afuera hace frío, mucho frío, y necesitamos del calor de la creación en libertad que, como el mejor de los tesoros, tenemos que defender.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Hoy en día se saca todo de contexto ...

Saludos
Mark de Zabaleta