Hace unos cuantos años, demasiados, conocí a uno de esos
personajes que siempre llevan un refrán o una vieja conseja en los labios. Fue
en el zoo de Madrid, mientras preparaba con un amigo que allí trabajaba los
finales de primer curso de esa carrera de Veterinaria que luego no seguí. Lo
cierto es que, no recuerdo a propósito de qué, aquel hombre dejó caer una frase
que, a lo largo de tantos años, he visto confirmarse en la vida una y otra vez:
"lo importante no es no tener la culpa sino tener a quien echársela.
Ayer mismo, después de comprobar el descaro con que quienes
estuvieron al timón de este país a lo largo de ocho años responsabilizaban de
todo lo probado en el sumario de la "Operación Gürtel" al pobre Ávaro
Lapuerta, uno de los tesoreros del PP implicados que, para fortuna de sus
compañeros hoy en el banquillo tuvo la desgracia de sufrir a sus ochenta y
tantos años un accidente vascular que le impide ser juzgado. Una circunstancia
que, como ocurre a veces con las desgracias, ha conseguido unir a la familia
popular, incluido el proscrito Luis Bárcenas, en torno a una estrategia de
defensa que persigue hacer responsable, como a los niños en algunas casas, de
todo lo robado ¡Perdón! quise decir ocurrido.
La estrategia de quienes ayer se sentaron ayer en el
banquillo es clara. No sabían nada de nada, no lo sabían, no les constaba o no
lo recordaban, alternativamente, para no aburrir al tribunal o con las tres
excusas en bloque del siniestro ex ministro del Interior, Jaime Mayor
Oreja, al que sólo le faltó responder, como la no menos siniestra María
Teresa Sáez, corresponsable del "Tamayazo" que dio el gobierno de la
Comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre, que en la comisión que investigó aquel
escándalo en la Asamblea de Madrid, presidida, por cierto, por el recientemente
salido de prisión Francisco Granados ¡cuánto delincuente junto! y para no
equivocarse o para no cansarse, respondió con un "no a todo" lo que
le iban a preguntar, antes, incluso, de que se lo llegasen a preguntar.
No sabían nada, no cobraron nunca ningún sobresueldo, no
conocían a nadie, ignoraban el significado de las siglas que aparecían en los
estadillos de Bárcenas, no sabían si las generosas donaciones de los
empresarios que contrataban con la Administración las hacían por cariño al
partido o por... -el frenazo dejó huellas- como le llegó a decir Beltrán
Gutiérrez, el Bárcenas de Aguirre, al juez.
Increíble. Yo, por ejemplo, no puedo creer que un tipo tan
listo como Rodrigo Rato, que, como hacen las sanguijuelas, allá donde fue a
parar, clavó sus dientes para chupar y chupar de todo lo ajeno, fuese público o
privado, que tuvo a su alcance. No me puedo creer que un tipo tan controlador y
severo como Francisco Álvarez Cascos, el “general secretario del PP”, no
estuviese al corriente de todo lo que se movía en el partido mientras fue
secretario general con Aznar. No me puedo creer que no conocieran a algunos de
los imputados, cuando todos se vieron, el HOLA lo confirma, en la boda de Ana Aznar
y Alejandro Agag. Hace falta mucha fe, mucha complicidad o mucha estulticia
para creer lo que dijeron ayer tan insignes testigos desde la silla que ocupará
dentro de poco más de un mes Mariano Rajoy, cuya legendaria dislexia o lo que
quiera que sea, puede llevarle, como en otras ocasiones, a decir lo que no
quiere decir, sin plasma y con preguntas, muchas preguntas.
Quizá sea esa, la presencia de Rajoy ante el tribunal, la
única esperanza de las acusaciones, porque el resto de los inquilinos de Génova
13 "no sabe nada" y lo digo con secasmo, porque saber lo saben todo y
lo saben de sobra, como saben que su única escapatoria es negarlo todo.
1 comentario:
Amnesia total...
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