viernes, 6 de julio de 2018

EL HIJO Y UNA VIUDA


Que las primarias las carga el diablo, como que la vida va en serio, que diría Gil de Biedma, uno, el PP en este caso, lo empieza a comprender más tarde. El hermoso poema de Gil de Biedma del que brota ese primer verso lleva por nombre "Nunca volveré a ser joven", del mismo modo que el PP, espero que líderes y militantes lo entiendan, nunca volverá a ser el mismo.
Amoche, después de un proceso más o menos democrático, inédito en un partido que ha gobernado este país durante casi tres lustros, inédito el proceso e inédita la democracia que hubiese en el mismo, de los seis o siete negritos del principio sólo quedaron dos. Por un lado, Soraya Sáenz de Santamaría, la mujer que, desde que fuera becaria en La Moncloa, con Rajoy como vicepresidente de Aznar, hasta que ella misma fue vicepresidenta, ha sido, si no su mano derecha, si su brazo ejecutor. Por otro, la cara amable, al menos ante la prensa, del PP, el joven Pablo Casado, ambicioso como pocos, que fue jefe de gabinete de Aznar en la Moncloa, con un currículo puesto en entredicho ya en los tribunales y una labia digna de mejor empeño.
La carrera para hacerse con la presidencia del PP ha sido cuando menos extraña. No ha habido debate entre los candidatos y todo lo que se han dicho, se lo han dicho, con más o menos soltura, a través de los medios de comunicación, en los que, no podía ser de otro modo, la neutralidad ha brillado por su ausencia. Tanto es así que, en algunos, determinados candidatos podrían pasar por cualquiera de sus contertulios habituales. Tanto, que tiene mérito que la antipática y tan poco entrañable Soraya, casi como un jefe de personal de los de antes, de cuando se llamaban jefes de personal y aparentaban lo que al fin y al cabo eran, haya conseguido hacerse con más votos que su inmediato seguidor, el muy mediático Pablo Casado.
Sin entrar en más detalles, creo que quienes han votado en estas primarias se han decantado por dos modelos no de partido, porque el PP es uno, fue grande y tengo dudas de que algún día llegue a ser libre, sino por un modelo de líder o, mejor dicho, por la estela de un modelo de líder. Lo digo porque la vicepresidenta encarnaría al que fuera el presidente al que sirvió, Mariano Rajoy, sin una aparente ideología a la que adscribirla, mientras que Pablo Casado, que, incluso en el modo de vestir, aunque más simpático y atractivo, que no es difícil, recuerda a su mentor, José María Aznar y quienes aún le defienden, como la mismísima Esperanza Aguirre.
No sé qué pretendían quienes han votado, pero, si se han dejado llevar por las apariencias, por la aparente jovialidad y elegancia de Casado, se están equivocando, porque encarna lo más rancio de España y su partido. El mismo, voluntaria o involuntariamente, lo ha dejado dicho: quiere ser el líder de la España de las banderas, esas que cuelgan de los balcones, cada vez más ajadas y descoloridas, las que convierten cada vivienda en un fortín de tradiciones e intransigencias, dispuesto a no rendirse ante los avances de la ciencia y, sobre todo, de la sociedad. Por su parte, la que fuera hasta hace un mes vicepresidenta, a la que los hados no han premiado con la gracia de la simpatía, parece, al menos así lo creo, más técnica, más cerebral y eso que suelen calificar de "más preparada" y, eso espero, con más capacidad de diálogo. 
Quizá por eso, los votantes que buscan un partido útil para el futuro del país, ahora que Ciudadanos les aprieta por la derecha, han optado por ella, mientras que los que pretenden tener como líder a un Cid Campeador vestido a la moda de la calle Serrano han votado por Casado. Pero, un momento, no nos engañemos, el PP un partido que, tras sacar su censo del armario, se ha revelado como un partido de cargos más que de militantes, va a reconducir los resultados para no llegar dividido a las próximas elecciones. Quizá Casado, ebrio de triunfo, diga ahora que quiere toda la tarta o nada, pero no dudéis que le van a convencer.
El ampuloso García Margallo, él, que no puede vivir sin una cámara delante, dijo que se presentaban las dos viudas y el hijo de Rajoy. Ahora, cariacontecido y un poco deprimido al comprobar que sus compañeros de partido no le quieren tanto como algunas teles, va a tener oportunidad de comprobar que, en efecto, Soraya podría ser viuda de Rajoy, pero que Pablo casado, de ser hijo de alguien, lo es del tenebroso Aznar.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Una interesante reflexión ...

Saludos
Mark de Zabaleta