Que las primarias las carga el diablo, como que la vida va en
serio, que diría Gil de Biedma, uno, el PP en este caso, lo empieza a
comprender más tarde. El hermoso poema de Gil de Biedma del que brota ese
primer verso lleva por nombre "Nunca volveré a ser joven", del mismo
modo que el PP, espero que líderes y militantes lo entiendan, nunca volverá a
ser el mismo.
Amoche, después de un proceso más o menos democrático,
inédito en un partido que ha gobernado este país durante casi tres lustros,
inédito el proceso e inédita la democracia que hubiese en el mismo, de los seis
o siete negritos del principio sólo quedaron dos. Por un lado, Soraya Sáenz de
Santamaría, la mujer que, desde que fuera becaria en La Moncloa, con Rajoy como
vicepresidente de Aznar, hasta que ella misma fue vicepresidenta, ha sido, si
no su mano derecha, si su brazo ejecutor. Por otro, la cara amable, al menos
ante la prensa, del PP, el joven Pablo Casado, ambicioso como pocos, que fue
jefe de gabinete de Aznar en la Moncloa, con un currículo puesto en entredicho
ya en los tribunales y una labia digna de mejor empeño.
La carrera para hacerse con la presidencia del PP ha sido
cuando menos extraña. No ha habido debate entre los candidatos y todo lo que se
han dicho, se lo han dicho, con más o menos soltura, a través de los medios de
comunicación, en los que, no podía ser de otro modo, la neutralidad ha brillado
por su ausencia. Tanto es así que, en algunos, determinados candidatos podrían
pasar por cualquiera de sus contertulios habituales. Tanto, que tiene mérito
que la antipática y tan poco entrañable Soraya, casi como un jefe de personal
de los de antes, de cuando se llamaban jefes de personal y aparentaban lo que
al fin y al cabo eran, haya conseguido hacerse con más votos que su inmediato
seguidor, el muy mediático Pablo Casado.
Sin entrar en más detalles, creo que quienes han votado en
estas primarias se han decantado por dos modelos no de partido, porque el PP es
uno, fue grande y tengo dudas de que algún día llegue a ser libre, sino por un
modelo de líder o, mejor dicho, por la estela de un modelo de líder. Lo digo
porque la vicepresidenta encarnaría al que fuera el presidente al que sirvió,
Mariano Rajoy, sin una aparente ideología a la que adscribirla, mientras que
Pablo Casado, que, incluso en el modo de vestir, aunque más simpático y
atractivo, que no es difícil, recuerda a su mentor, José María Aznar y quienes
aún le defienden, como la mismísima Esperanza Aguirre.
No sé qué pretendían quienes han votado, pero, si se han
dejado llevar por las apariencias, por la aparente jovialidad y elegancia de
Casado, se están equivocando, porque encarna lo más rancio de España y su
partido. El mismo, voluntaria o involuntariamente, lo ha dejado dicho: quiere
ser el líder de la España de las banderas, esas que cuelgan de los balcones,
cada vez más ajadas y descoloridas, las que convierten cada vivienda en un
fortín de tradiciones e intransigencias, dispuesto a no rendirse ante los
avances de la ciencia y, sobre todo, de la sociedad. Por su parte, la que fuera
hasta hace un mes vicepresidenta, a la que los hados no han premiado con la
gracia de la simpatía, parece, al menos así lo creo, más técnica, más cerebral
y eso que suelen calificar de "más preparada" y, eso espero, con más
capacidad de diálogo.
Quizá por eso, los votantes que buscan un partido útil para
el futuro del país, ahora que Ciudadanos les aprieta por la derecha, han optado
por ella, mientras que los que pretenden tener como líder a un Cid Campeador
vestido a la moda de la calle Serrano han votado por Casado. Pero, un momento,
no nos engañemos, el PP un partido que, tras sacar su censo del armario, se ha
revelado como un partido de cargos más que de militantes, va a reconducir los
resultados para no llegar dividido a las próximas elecciones. Quizá Casado,
ebrio de triunfo, diga ahora que quiere toda la tarta o nada, pero no dudéis
que le van a convencer.
El ampuloso García Margallo, él, que no puede vivir sin una
cámara delante, dijo que se presentaban las dos viudas y el hijo de Rajoy.
Ahora, cariacontecido y un poco deprimido al comprobar que sus compañeros de
partido no le quieren tanto como algunas teles, va a tener oportunidad de
comprobar que, en efecto, Soraya podría ser viuda de Rajoy, pero que Pablo
casado, de ser hijo de alguien, lo es del tenebroso Aznar.
1 comentario:
Una interesante reflexión ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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