He escuchado en una de las muchas tertulias que cada día
pueblan nuestras teles una reveladora polémica en torno a la posible reforma
del Código Penal vigente para, entre otras cosas, rebajar las penas
correspondientes a los delitos de rebelión y sedición, delitos castigados hoy
con penas que, en el caso de que el condenado sea una autoridad, Oriol
Junqueras, por ejemplo, alcanzarían los quince años de prisión. No hablemos ya
del delito de rebelión cuyo castigo sería aún más desproporcionado.
La polémica giraba en torno a que la reforma del código para
rebajar el castigo por la sedición sería un indulto encubierto para Junqueras y
sus compañeros de Lledoners, indulto encubierto que, según quienes esto
afirman, formaría parte del acuerdo por el que Esquerra permitió la investidura
de Pedro Sánchez y se abstendría también en la votación de los presupuestos
generales que, antes o después, el gobierno de coalición llevará al Congreso.
El gobierno insiste en que esta no es la razón de la reforma
y en que nunca estuvo en la mesa de negociación con Esquerra. Hay quien lo cree
y hay quien prefiere pensar, como escuché ayer mismo, que "Sánchez ha
puesto a España de rodillas ante los independentistas. Son los mismos que
repiten una y otra vez que Pedro Sánchez está comprando tiempo en su despacho
de la Moncloa o que, aún más gráficamente, está pagando a los de Junqueras el alquiler
de ese despacho. Yo, porque creo que las condenas para Junqueras y sus
compañeros han sido excesivas y porque también creo que la reforma, en ese y
otros aspectos del Código Panal, es necesaria, prefiero no pararme a pensar en
eso, prefiero no caer en calificar de humillación o rendición lo que es una
reforma necesaria y oportuna de la ley, entre otras cosas, porque estoy
seguro de que esa reforma, de proponerse y aprobarse, traerá calma y reflexión
a un conflicto, el catalán, demasiado enloquecido desde que la intransigencia
del partido de Rajoy envenenó las relaciones entre Cataluña y el resto del
Estado.
Es preciso romper el bucle infernal hecho de acciones y
reacciones, de declaraciones y réplicas, todas altisonantes y ofensivas en que
han caído las relaciones entre los partidos de una y otra orilla del Ebro. Sólo
cesando los bombardeos dialécticos y los desplantes que hunos y otros se
dedican, se verá la luz al final de este túnel en el que llevamos ya demasiados
años y, si para ello, hay que emprender la reforma, bienvenida sea.
Además, quienes todo lo centran en Sánchez y en su presunta
ambición de mantenerse en la Moncloa, olvidan deliberadamente que, para esa
reforma, es necesaria la mayoría absoluta del Congreso y que, por tanto, serían
los diputados, la mayoría suficiente de ellos, quienes permitiesen la reforma y
que quienes de tan airada y apocalíptica manera se oponen a ella no habrían
alcanzado los votos necesarios para impedirla. Pero ya se sabe que hay quienes
prefieren dar la batalla en las tertulias o las portadas amigas, antes que
medirse, en argumentos y en votos, en la sede de la soberanía nacional.
De lo que vi y escuche en la tertulia de ayer que os
comentaba, saqué la conclusión de que hay quienes, como yo, preferimos dar
tiempo al tiempo, serenando el debate, con un Junqueras en libertad, liderando su partido, haciendo política, no ejerciendo ya el martirio, para que, como en Euskadi tras la
tregua, primero, y la desaparición definitiva de ETA, la política, la de
verdad, no la bronquista, ocupe el escenario y, entonces, se trabaje
realmente para los ciudadanos, mientras, en el otro lado se sitúan los de la
Constitución almidonada, si no fosilizada y prisionera, incapaces de ver otra
solución que no sea la del autoritarismo y la ley como martillo, los que
prefieren una Cataluña bajo un artículo 155 inútil, cada vez más lejos del
resto de España, los que nos ocultan que eso nos llevaría a una Cataluña poco
menos que en pie de guerra y quien sabe si militarizada, quienes llevados de su inútil ardor guerrero, que hasta ahora no ha hecho sino enconar el conflicto, no buscan soluciones, sino que sólo piensan en imponer su única
y ciega solución, rentable, eso creen, para, asumiendo su ideología, disputarse el electorado con la cada vez más montaraz extrema derecha
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