Amanezco con una buena noticia, algo que por desgracia
no es lo habitual, una noticia que no es otra que la del nombramiento de
Dolores Delgado como fiscal general del Estado, un cargo difícil y polémico,
quizá el más polémico, junto con el de ministro del Interior, de cualquier
gobierno, pero más aquí en España y más en este complicado periodo que nos ha
tocado vivir.
Me gusta, lo confieso, el temple de la ex ministra de
Justicia. Me gustó su aplomo para resistir de una pieza la andanada de basura
que la rata Villarejo lanzó contra ella en el capítulo correspondiente de su
hediondo folletín por entregas y me gustó porque muchos, entre ellos los
filtradores y quienes dieron a la filtración el recorrido que no merecía,
esperaban bien una rabieta, bien que acabase llorando su desgracia en un
rincón.
Me gustó verla junto a Félix Bolaños, el secretario de
Presidencia, prendiendo ese exorcismo que, de alguna manera, supuso la
exhumación de los restos del sangriento dictador Franco del lugar en el
que nunca debieron reposar, junto a los de millares de sus víctimas. Su imagen,
su aplomo, en medio del frío silencio de aquella mañana en el valle de
Cuelgamuros, encarnaba la dignidad de un pueblo que, por fin y no sin
dificultades, acababa de expulsar de su casa al peor de los fantasmas. Bolaños
y ella lo hicieron contra viento y marea, enderezando el espinoso y retorcido
camino que quienes deseaban que nada cambiase habían preparado. Lo hicieron
posible de modo impecable y demostraron que el apocalipsis ultra que se
anunciaba se ahogase en unas pocas quejas y algún que otro exabrupto de los que
aún tienen mucho que agradecer a la dictadura.
También la recuerdo haciendo justicia siempre que tuvo
ocasión a la memoria de quienes perdieron aquella guerra injusta en la que
quienes se decían patriotas se apoyaron en quienes querían esclavizar a todas
las naciones europeas. Era reconfortante verla, emocionada, junto a quienes
lucharon aquí o allá lucharon para evitarlo.
La recuerdo también luchando con tesón para que la memoria
de las víctimas de la violencia machista no se olvide y haciendo lo posible,
poco desde un gobierno en funciones, para corregir los efectos de leyes
dictadas desde una sociedad que aún no entendía de igualdades y, menos aún, de
la libertad de la mujer. Unas leyes hechas por hombres en su mayoría que se han
vuelto injustas e insoportables para las mujeres hoy.
La recuerdo corrigiendo a través del necesario cambio del
representante de la abogacía del Estado en el juicio a los responsables de los
delitos cometidos en nombre del "procés", el inmenso error que fue el
nombramiento al frente de la Fiscalía General del Estado que ella misma
ocupará, ahora a María José Segarra cuyo seguidismo en el juicio ante el
Supremo quedó en evidencia una vez dictada la sentencia. El relevo de Edmundo
Bal, hoy en las desoladas filas de Ciudadanos, como representante de la
Abogacía del Estado se vio recompensado con el rechazo del delito de rebelión,
que el fiscal y Bal reclamaban, por el de sedición, propuesto en el informe del
servicio de la Abogacía del Estado que Bal se negó a firmar.
Hoy sabemos que, con toda probabilidad, la ya exministra
Delgado ocupará el cargo de Fiscal General del Estado, un cargo vital en los
tiempos que se avecinan, desde el que la experiencia y el temple de Dolores
Delgado se harán notar. Y hoy sabemos también lo mal que ha sentado en las
filas de Vox, Ciudadanos o el PP, la extrema derecha de colores, el
nombramiento, como si cualquier otro les hubiese gustado, a ellos que, durante
años, tuvieron al frente de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de
Madrid a quien sistemáticamente paraba cualquier querella contra Esperanza
Aguirre y al que recompensaron con el nombramiento como fiscal general.
Me alegra que Dolores Delgado, fiscal de carrera y con las
virtudes descritas y que habrá a quien les parezcan defectos, esté al frente de
la Fiscalía General del Estado, quizá con ella al frente los fiscales dejen de
buscar fantasmas en los monólogos, de atender a "ofendiditos" y se
ocupen más de nosotros y lo que realmente nos preocupa.
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