Quienes,
como yo, vamos teniendo una edad, sobre todo los que nacimos en una familia
numerosa, nunca podremos estar seguros de ser hijos plenamente deseados, porque
en una España nacional católica, en la que un condón era un instrumento del
diablo y quererse, si no era para dar hijos a dios, un pecado, el "coitus
preinterruptus", vamos, la "marcha atrás" que dirían los
abuelos, era la frustrante manera de culminar tristemente un acto que podría
haber sido pleno.
La
"técnica", netamente machista, no dejaba satisfecho a nadie, ni al
varón obligado al control de lo que debiera ser incontrolable, ni a la mujer
que acababa siendo poco más que un instrumento de placer casi onanista al
servicio de éste. Si las alcobas, esas alcobas presididas por un crucifijo en
las que, a veces, se rezaba antes de hacer el amor o lo que eso fuese,
hablasen, cuántas tragedias y frustraciones nos revelarían.
Nada hay más
frustrarte que quedarse al borde del placer y la satisfacción completa, nada
peor que esperar y no recibir, más, si los prolegómenos, el interminable
cortejo con que Puigdemont adornó su camino al decepcionante acto de ayer, han
sido tan largos e intensos. Largos meses llenos de cantos de sirena, de promesas
que, hoy es evidente, no podía cumplir. largos meses de prometer el paraíso,
mientras llevaba a su pueblo, a todo su pueblo, el que le había votado y el que
no, al más ardiente y seco de los desiertos
Siento tener
que decirlo, pero lo veo así: Puigdemont, Junqueras, la ANC y Òmnium han
traficado con los sueños y las legítimas, porque lo son, aspiraciones de los
catalanes. Se han movido pensando únicamente en titulares y en fotos han
llenado calles y plazas siempre que lo han pretendido, sin caer en la cuenta de
que en esas calles y plazas no estaban toso los catalanes, han forzado tanto
las cosas, han caminado sobre el alambre tantas veces que han llegado a creerse
su quimera y ha sido tanto el riesgo y tan largo el camino recorrido que,
al final, convirtieron en imposibles la vuelta atrás y la cordura.
No sé en qué
pensaba Puigdemont, mientras era empujado por la ERC de Junqueras, las
"entidades ciudadanas", con evidente peso, pero sin voto, y la
CUP o, quién lo sabe, mientras los capitaneaba hacia el abismo. Quizá en la
gloria de un Lluís Companys sin su final trágico, quizá en convertirse en otro
Tarradellas, otro president sin reproches que hacerle, en un tranquilo retiro
dorado.
Si embargo
se le enredó la madeja y, como todos los iluminados, confundió la realidad con
sus deseos, no quiso escuchar a quienes le pronosticaban la tormenta económica
que invocaba con sus actos y la soledad diplomática a la que se encaminaba.
Pero, al final, la tozuda realidad se ha impuesto a su disparate. Aunque
simbólicamente, de momento, la espita de los dineros se ha abierto, se le han
ido las grandes empresas, mientras se disparan todas las alarmas dentro y fuera
de España. O sea, que, al final del camino, no hay nada.
Bastaba con
cinco o seis palabras para escribir el final de esta historia: cinco para
proclamar el Estado Independiente de Cataluña y seis para negarlo. Pero
Puigdemont no sería Puigdemont si lo hiciese, por eso, nada más asumir el
mandato de proclamar el Estado Catalán” decretó, sin consultar ni pedir el
voto a nadie, suspenderlo. Apenas diez segundos, en los que los millares de
personas reunidos en torno al parque de la Ciutadella, cerrado por los mostos
con cadenas a cal y canto, por primera vez en su historia, esperaban la
proclamación, que acogieron con entusiasmo, para, a continuación, sin apenas
mediar un segundo, hundirse en la depresión, la decepción y los abucheos de la
suspensión.
Fue entonces
cuando las verjas cerradas del parque cobraron todo su sentido, porque la
jugada de trilero podía haber desatado otra asonada contra el Parlamente, como
la que sufrieron Artur Mas y sus recortes austericidas.
Lo de ayer
fue un "coitus preinterruptus" que, dando la razón a Josep Borrell
que hace tres días dijo que "Puigdemont pondría fin a la tragedia para
continuar la comedia", que culminó con una especie de bautismo de la
criatura que no fue, en la que los diputados de Junts pel Sí y la CUP firmaron
una declaración de intenciones, sin ningún valor jurídico, como queriendo
respaldar el sueño, no al que acabó frustrándolo. que sale bastante escaldado y al perecer sin la CUP de la aventura.
1 comentario:
Estaba cantado ...
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