viernes, 16 de febrero de 2018

OTRA VEZ LA GOMA


Otra vez. Otra vez este gobierno que no gobierna, este gobierno que es incapaz de presentar ante el Congreso unos presupuestos que, sabe, le van a tumbar, este gobierno que cuelga de su cinturón, una tras otra, las iniciativas legislativas de la oposición, como un cazador cuelga de su cintura las piezas cobradas, este gobierno que sabe de sobras  que la corrupción le ha arrancado de cuajo la espita de los votos, este gobierno-avestruz que se esconde tras los plazos y el silencio, este gobierno, en suma, sabe que su única esperanza es agitar de nuevo los fantasmas de siempre, el separatismo, la lengua, las banderas y poco más, porque el terrorismo, de momento, ya no le llega. Por eso, de manera irresponsable a mi juicio, ahora que lo tiene casi todo perdido, tontea con el fantasma de la lengua en Cataluña.
Al menos eso es lo que dio a entender ayer, cuando confirmo estar dispuesto a estudiar la instauración del castellano como lengua vehicular en la Escuela Catalana, atendiendo a la reivindicación de SCC, Sociedad Civil Catalana, incluyendo en los impresos de matrícula una casilla en la que los padres que lo deseen soliciten que la enseñanza de sus hijos se haga en castellano.
Para ello, Rajoy debería forzar la aplicación del artículo 155, introduciendo drásticas modificaciones, para las que, parece, el famoso artículo de la Constitución no le faculta.
De sobra sabe el gobierno, lo insinuó ayer mismo, que la ley no le da para tanto, primero, porque iniciativas parecidas han caído en los tribunales y, segundo, porque gestionar no es legislar, ni siquiera modificar leyes y reglamentos. Sin embargo, el debate ya se ha abierto y precisamente eso es lo que el gobierno persigue.
En qué cabeza cabe que un partido que tiene sólo cuatro diputados de un total de 135, en el Parlamento de Cataluña, pretenda dar la vuelta por su cuenta y riesgo al calcetín de la enseñanza en Cataluña o que un gobierno en minoría, incapaz de presentar unos presupuestos para toda la nación pretenda sacudir Cataluña, atizando fuegos cada vez más en extinción, para atender una petición que, según las encuestas afecta apenas l uno por ciento de la población catalana.
La respuesta es muy sencilla: cabe en la cabeza de Rajoy que, por un lado, necesita que se hable de otras cosas, además de la corrupción y los errores de su gobierno. al tiempo que necesita reabrir el debate nacionalista, el "a por ellos", que es lo único que, en los últimos tiempos, le ha dado algo de oxígeno para sobrevivir. Un debate en el que la izquierda, especialmente el PSOE, nunca han tenido valor suficiente para afrontarlo sinceramente y con la pedagogía necesaria. Un debate, simplista y burdo, en el que el PP se sabe ganador, porque se siente ante los socialistas como el paciente del chiste que dice al dentista, cogiéndole por "los bajos", "no iremos a hacernos daño ¿verdad?"
Más aún. El PP sabe perfectamente que este debate volverá a cohesionar al nacionalismo hoy maltrecho por culpa de la intransigencia de Puigdemont, pero sabe que, cuanto más fiero parezca el enemigo en Cataluña, más sonará el "prietas las filas" a su alrededor. Lo he dicho muchas veces, unos y otros se necesitan porque se retroalimentan y, sobre todo, agitan mutuamente sus más bajos instintos. Unos y otros como los ciclistas cuando quieren avanzar más deprisa, hacen la goma tirando uno y otro del grupo, alternativamente, hasta avistar la meta. Entonces, a la vista de las elecciones, se rompe la goma y sálvese quien pueda.

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