Es triste para alguien que, como yo, ha puesto tantas
esperanzas, más que en el mismo Podemos, en la gente que, también como yo, les
ha votado, comprobar el miedo, incluso pánico, que algunos de sus dirigentes
tienen a la libertad y, sobre todo, a la igualdad. Miedo a que se escuche
una voz que no sea la del "amado líder" Pablo Iglesias, pánico a que
un revés, un mal día, de esos que hasta el mismo Lionel Messi tiene, abra una
brecha en el poder cuasi absoluto que Iglesias tiene sobre los órganos
decisorios del partido.
Vaya en este pinto por delante mi reconocimiento de que,
formalmente, el funcionamiento interno del partido que fue la gran esperanza de
quienes creímos y aún creemos en que un cambio progresista es posible es
democrático. Sin embargo, todos sabemos que "hecha la ley, hecha la
trampa" o, aún mejor dicho, interpretada, la ley conseguida la trampa y
que Podemos desde que decidió transformarse en partido, se dotó de una
estructura y unas normas diseñadas a mayor gloria y para tranquilidad del tan locuaz
y cantarín profesor de Políticas.
Después de darle vueltas a todo lo que está pasando dentro
de Podemos, mi impresión es la de que los líderes de primera hora del partido
tienen miedo a la libertad, tienen miedo a volar, sobre todo porque algunos tienen
las alas de plomo. Creo que, en un partido tan endogámico, en el que la mayor
parte de sus cuadros proceden de un entorno tan pequeño y tan preciso como lo
es una facultad universitaria, los dirigentes de primera hora, los "pata
negra" de Políticas desconfían, porque le temen. de quienes se han
incorporado a la formación tras el lógico proceso de crecimiento de un partido,
que pasada la primara sorpresa por sus primeros resultados electorales,
sorprendentes incluso para ellos mismos, se vio obligado a incorporar a nuevas
figuras en sus listas, porque, estaba claro, en una facultad no hay banquillo
suficiente para completar listas y hacerlo con cierta garantía de éxito.
Salvando las distancias, lo que ha ocurrido con Podemos se
parece demasiado a aquella frustrada revolución de los claveles que, una vez
derrocados Marcelo Caetano y el salazarismo, se enredó en luchas internas,
apagando la ilusión primera y dejando los fritos de aquella ilusión a quienes
quizá no los merecían. Tengo la impresión de que los “capitanes" de
Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, están más pendientes de controlar el
territorio que de atender a los deseos de la población, con lo que, una vez
más, se estaría perdiendo una gran oportunidad de llevar a cabo una
transformación de la sociedad en la que todos son necesarios.
De todos es sabido, entre otras cosas porque la prensa
"de toda la vida" se encarga de airearlas en cuanto se producen, que,
desde hace meses, existen desavenencias entre las dos cabezas más visibles que,
de momento, tiene Podemos, las de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, enfrentados
en el dilema de cuál debe ser el escenario de la batalla para transformar el
sistema: la calle o las instituciones, dilema que, no lo olvidemos esconde
también el del control del aparato del partido. De todos es sabido y, a fuer de
ser sinceros, todos estamos un poco cansados, pese a que cada cual tenga su
preferido y es del todo evidente que yo lo tengo, de esos cruces epistolares
hipócritas y ridículos y de los "zascas" que, de vez en cuando, se
cruzan entre ellos, más sonoros y descarados los de Pablo Iglesias cuando se ve
sorprendido por las iniciativas de su compañero y, según ambos, todavía amigo.
Lo que hasta ahora no habíamos visto y a lo que nunca
deberíamos acostumbraremos es a que entre en escena un "comisario
político" como Juan Carlos monedero para advertir, en el comedor del Congreso y ante testigos, al ex juez Juan Pedro Yllanes, diputado de su
partido, de que se atenga a las consecuencias después de febrero -fecha prevista
para la celebración del Vistalegre 2, si no dejaba de pronunciarse en apoyo de
Errejón. Todo un ejemplo de "matonismo" del peor, por parte de quien,
como viejos líderes mundiales afortunadamente desaparecidos, tiene miedo a
volar, porque en esto de la democracia y la libertad de pensamiento, tiene las
alas de plomo. Tienen miedo a volar o, lo que es peor, a que vuelen otros.
1 comentario:
Ciertamente lamentable...
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