Nada como tener a la prensa a favor para que un partido
pueda permitirse determinados juegos de manos, con la tranquilidad de saber que
siempre habrá quien los explique y justifique. Y si, además, como le sucede al
PP, tiene las encuestas a favor, siempre podrá romper la baraja, adelantando
unas elecciones que, de momento, podría ganar, porque los sondeos parecen serle
favorables.
Yo, para mi desgracia, para nuestra desgracia, estoy seguro
de que Rajoy ya ha decidido adelantarlas y que, si no lo hizo y optó por una
investidura "justita" fue para no cargar con el sambenito de haber
provocado con su rechazo las tan temidas terceras elecciones que rechazaba la
práctica totalidad del electorado. Sin embargo, insisto en ello, me temo que es
cuestión de meses que Rajoy disuelva las cámaras y nos llame de nuevo a las
urnas.
Y es que debería habernos quedado claro que a los populares
no les gusta el panorama, no están en absoluto acostumbrados a reinventar cada
día la estabilidad parlamentaria, no les gusta negociar ni, mucho menos,
fracasar en esas negociaciones y tener que presentarse ante su electorado como
un partido vapuleado que ya no tiene en sus manos el timón. Por eso considero
que, con la decisión ya tomada, a lo que se está dedicando el PP es a enredar con
unos y con otros para ensuciar al resto de partidos con su contacto, reduciendo
así sus expectativas electorales.
Lo estamos viendo ahora que la asunción forzada, "golpe
de estado" mediante, de la abstención frente a la candidatura de Rajoy, ha
dejado al PSOE hecho unos zorros, sin el líder que se había dado y con la
ambiciosa Susana Díaz por los suelos, buscando entre los socialistas europeos
los apoyos que ya le niegan los españoles. Y no sólo los militantes, porque
tampoco los votantes parecen haber entendido la maniobra.
Ahora, lo pudimos comprobar ayer, le ha llegado el turno a
Ciudadanos que, después de haber sido el mamporrero del PP -según el
diccionario de la RAE, la persona que dirige el "miembro" del caballo
en la cópula- se ve ahora ignorado y despreciado, después de haber quedado en
segundo plano en las negociaciones sobre el techo de gasto y otros asuntos
económicos que PP y PSOE han mantenido a sus espaldas.
Tengo para mí que lo que ha pretendido el PP, como ha hecho
en otras ocasiones, es poner a Albert Rivera en su sitio y, con él a Ciudadanos
como fuerza alternativa de la derecha, ponerle en evidencia, negándole eso de
que tanto presume ser el azote del gobierno, el que le lleva las riendas y le
conduce hacia esos postulados de honestidad y eficacia desde la derecha que
parece querer imponerle. Rajoy que, nadie puede negárselo, es muy listo y,
realmente, nunca ha querido a su lado a un socio que le pueda restar votos,
alguien que pueda acabar gustándole a sus propios votantes, entre otras cosas,
porque sabe que la mayoría de los votos de Ciudadanos en otro tiempo fueron
suyos y, por eso, está empeñado en recuperarlos, dejando a Rivera tan desnudo
como lo estaba en aquellos carteles con que se dio a conocer en Cataluña, hace
más de una década.
Ahora, puestos en evidencia PSOE y Ciudadanos, les llega el
turno a los nacionalistas vascos, que tan necesarios le son en la aprobación de
unos presupuestos para los que no va a poder contar con los socialistas. Pero
el PNV es zorro viejo y sabe que si el PP quiere su apoyo en este asunto tendrá
que poner sobra la mesa las concesiones de siempre, esas que, luego, el PNV
vende como triunfos en Euskadi.
Lo único claro es que, salvo en el caso del PNV, que es
harina de otro costal, la proximidad del PP perjudica seriamente la salud de
los partidos y más, si como el PSOE o Ciudadanos, han sido vistos el miembro
del caballo en sus manos, dirigiéndolo hacia la vagina de la yegua.
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