Cuando ayer expresaba en este blog mi deseo de que, en los
jueces encargados de tomar declaración al cesado gobierno catalán y a la
presidenta y los miembros de la mesa del Parlament de Catalunya, pesasen el
sentido común y la cabeza fría, para no reforzar con la palma del martirio el
ya muy desabastecido y desprestigiado polvorín independentista, no cabía entre
mis cálculos que la juez Lamela enviase a prisión a cuantos prestaron
declaración en su despacho, ocho consejeros cesados por el 155, incluido el
vicepresidente Junqueras, y Santi Vila, que dimitió por su desacuerdo con la
proclamación de la Independencia catalana "por las bravas".
Hasta que supimos que la juez mandaba a la cárcel a la mayor
parte de los miembros del gobierno de Puigdemont, precisamente a los que,
acatando su citación, se pusieron a su alcance, las calles y plazas catalanas
estaban tranquilas, con los independentistas ocupados en diseñar sus
estrategias de cara a la cita con las urnas del 21 de diciembre. un parón en la
intensa movilización de los últimos meses que estaba permitiendo que aflorasen
las diferencias que sin duda existen o existían, al menos hasta ayer, en Junts
pel Si, lo que, en absoluto, significaba que la pólvora, pólvora metafórica, de
los independentistas se hubiera mojado.
Bastó que la juez Lamela, sin más perspectiva que la que le
ofrece su propio despacho, arrimase su cerilla al polvorín catalán para volver
a incendiar las calles y, sobre todos, para devolver la unidad a los partidos
independentista y a su compañero de viaje, En Comú Podem, que ahora se plantean
una estrategia común en la que la libertad de los detenidos se convierte en el
común denominador de la unidad de acción en las calles que podría convertirse,
quién sabe, en un frente electoral que, lejos de aliviar la situación, podría
perpetuarla con un Parlament en el que, a los escaños de Junts pel Si, sin duda
crecidos en número, se sumarían los de la CUP y la franquicia catalana de
Podemos, desde la que la cada vez más presta al desberre Ada Colau.califica de revancha la decisión de la juez.
No entiendo que ha podido pasar por la cabeza de la juez de
la Audiencia Nacional. Con lo fácil que hubiera sido mandarles a casa con
medidas cautelarse como vigilancia, retirada del pasaporte y obligación de
estar localizables las veinticuatro horas del día. Los consejeros y el
vicepresidente Junqueras hubieran salido, uno por uno y por su pie, de la
audiencia, para hacer las correspondientes declaraciones al pie de las famosas
escaleras del tribunal, probablemente matizadas y con diferencias entre unas y
otras, para irse a dormir a su hotel y su casa.
Por contra, con su decisión, la juez ha cambiado esas
imágenes a las que tan habituados estamos los españoles por otras tan
impactantes como el estridente sonido de las sirenas de los furgones policiales
que, con los destellos azules del convoy, interrumpieron el tedio del atasco de
una tarde, para la que nadie esperábamos este final tan inesperado como
esperpéntico, porque lo último que necesitábamos quienes queremos que aparezca
el hilo que nos permita salir de este laberinto en el que, por la torpeza de
unos y otros, estamos encerrados era esa foto, esa caravana de furgones
ululantes, llevándose a la cárcel a quienes hace sólo diez días tenían poder,
coche oficial y escolta. Una imagen que va a ser muy difícil de borrar de la
retina de los ciudadanos de medio mundo y que acabará con el prestigio que la
aparente calma de Rajoy podía haberse ganado en el mundo.
Que conste que, al contrario que los independientitas y
Podemos, no discuto, salvo en el delito, a mi juicio mal calificado, de
rebelión, la decisión de la juez. Lo que discuto es haber puesto en manos de
Puigdemont y los suyos un comodín como éste que, si no se no hay rectificación
en la resolución de los correspondientes recursos les permitirá ganar la
partida. Y es que, salvo esa rebelión, tan difícil de demostrar, el resto de
delitos, la malversación de fondos o la prevaricación y quizá la conspiración, están
probados de sobra, porque casi todos se perpetraron a plena luz del día, o de
la noche. con la luz y los taquígrafos de la prensa, el cuerpo de letrados del
Parlament, el Tribunal Constitucional, que se cansó de advertir al Govern y el
Parlament de los delitos en que estaban incurriendo o el equivalente al Consejo
de Estado en Cataluña, que también advirtió de todas y cada una de las
ilegalidades que se estaban cometiendo.
Pero todo eso no quita para que, a siete semanas de unas
elecciones que podrían significar el borrón y cuenta nueva del problema, una
juez, probablemente cargada de razón como de imprudencia, haya pegado fuego de
nueve a las calles de Barcelona.
Quienes pretenden la secesión necesitaban avivar el fuego y
la juez Lamela les ha proporcionado el combustible que demandaban. Esperemos
que el sentido común se imponga y que la resolución de los recursos de los
detenidos permita su vuelta a casa hasta que se vean sus causas en los tribunales.
Ojalá que ese "más madera" de la juez se rectifique a tiempo, para
desarmar así la demagogia y el victimismo de quienes invocan ahora el mismo
estado de derecho que llevan peses pisoteando.
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