En un grafiti del británico Banksy puede verse a un niño rectificando la desafortunada frase que asegura que "si una mentira se repite bastante seguido, se convierte en verdad". Lo que el niño escribe, después de tachar la palabra verdad es que la mentira se vuelve política. Lamentable, pero cierto. Cada vez está más claro que hacer política es mentir bastante a menudo, tanto como para que las mentiras de los políticos, convenientemente respaldadas por los medios de comunicación que controlan o les controlan, se han convertido en eso, en política, en afirmaciones que duran lo que dura que convengan, y la conveniencia puede depender de que la mentira permita ganar votos, salir de la cárcel, aprobar unos presupuestos o activar un artículo tan polémico como el 155, no sé si de nuestra constitución o de la constitución que tenemos.
Sin embargo, si de políticos y mentiras hablamos, los
campeones son los líderes del independentismo catalán, excepción hecha de
los demasiado sinceros de la CUP, que son capaces de manejar dos o tres
realidades al mismo tiempo y de decir una cosa y la contraria en la misma
frase. No hay más que ver lo que han tardado en decir digo donde dijeron Diego,
cuando lo que se están jugando es pasar una temporada más o menos larga en la
cárcel.
Ese afán por ponerse a salvo, al otro lado de los barrotes,
ha llevado a quienes nos parecían firmes en sus convicciones y en su fe en la
independencia a subir todo lo dicho al desván, envuelto en las telas y la
naftalina de sus falsos argumentos, para guardarlos a la espera de una mejor ocasión,
mientras dan patadas a la verdad, negando lo que todos, no sólo hemos visto y
oído, sino que, además, ha sido registrado por grabadoras y cámaras.
Sin embargo, esas razones, comprensibles para quien lleva un
mes en una prisión que me parece más que exagerada, no justifican la actitud de
personajes tan alocadamente siniestros como el ex president Puigdemont o su
ahora rival en las urnas Marta Rovira. Uno y otro pueden alegar en su descargo
la necesidad de llenar de contenidos y, sobre todo, de titulares todas las
entrevistas que se ven obligados a dar, aislados de esos líderes, consejeros
espirituales, que hasta ahora les llevaban de la mano en su discurso.
Carles Puigdemont, aislado y supongo que aburrido en
Bruselas, ha dejado de tener información fiable parece moverse más por
sentimientos primarios, amor odio, amistad enemistad que atendiendo a los
necesarios análisis que le permitan proyectar en el tiempo lo que dice y medir,
por tanto, las consecuencias de su discurso, un discurso apasionado y verborréico
que le lleva un día a jugarse el resto a Europa y a renegar de ella al
siguiente, para tener que justificarse y casi pedir perdón a las pocas horas.
Un caso distinto es el de la hasta hace poco casi
desconocida Marta Rovira, siempre a la sombra de Oriol Junqueras, al que admira
y defiende casi hasta las lágrimas, vehemente y prisionera del relato que ella
misma ha ayudado a construir, capaz de imaginar, si no de desear al ejército
tomando las calles de Cataluña a sangre y fuego, supongo que para consolidar el
imaginario en el que vive y que trata de transmitir. Esta mujer a la que,
eclipsada por el tándem Junqueras-Puigdemont, descubrimos a las puertas de la
Audiencia Nacional anunciando que la lucha iría hasta el final, con esa
angustia que llevaba a quienes la escuchábamos al nudo a la garganta, hasta que
descubrimos en ella la frivolidad del "todo vale" si le conviene,
Hace apenas unas horas, aquellas terribles palabras en las que denunciaba la amenaza del "Estado" de poner muertos en las calles, quedaron en nada, el algo que había dicho el inconsistente Puigdemont, y tan cobarde como locuaz dijo que las explicaciones había que pedírselas al fugado. Increíble ¿verdad?pues lo dijo anoche, en la cadena SER, donde se desdijo de casi todo lo que había sido su discurso hasta ahora, sin apenas pestañear, sin darle importancia, felicitándose cínicamente de que haber dicho tal cosa hubiese contribuido a la normalidad. Lo hizo sin inmutarse, mintiendo de nuevo al atribuir al gobierno
de la nación, el "Estado" en su jerga, la paternidad de DUI, la declaración unilateral de independencia,
algo que sería para reírse, de no ser porque la esquizofrenia de sus palabras
lleva a pensar que cualquier cosa es posible, aunque, afortunadamente y de
momento, parece que la firmeza de convicciones de todos ellos es inversamente
proporcional al sacrificio que les exige. Como diría Jardiel, hablamos de
independentismo con freno y marcha atrás.
1 comentario:
Excelente análisis ...
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