Sin duda. Gabilondo, en este caso Ángel, tiene razón.
Llevamos dos días hablando de que Errejón será el número uno de la lista de
Podemos en las próximas elecciones autonómicas de Madrid y se nos olvida que el
hecho más trascendente y ya inapelable del Consejo Ciudadano celebrado el
sábado es que el hasta ahora portavoz en el Congreso ha sido cesado, cesado y
sustituido por alguien que, al menos en mi opinión, no tiene el peso que tenía
aquel al que sustituirá.
Escribo esto y, nada más escribirlo, pienso si debería
arrepentirme por haber osado discutir los deseos del triunfador de Vistalegre
II y haber minusvalorado la capacidad de una mujer frente a la del díscolo
disidente, Íñigo Errejón. Sin embargo, es lo que pienso y, como tal lo escribo:
prefiero mil veces la solvencia y la capacidad negociadora de Errejón a
la equívoca voz temblorosa de quien fue señalada hace año y medio, antes de las
primeras elecciones, cuando las encuestas pintaban de color de rosa, por un
crecido Pablo Iglesias, como su particular Soraya Sáenz de Santamaría, ministra
de la Presidencia y vicepresidenta de su gobierno, un gobierno que nunca tuvo
más cercano que entonces, porque, desde ese día hasta ahora, en encuestas y
comicios ha ido perdiendo el favor de los ciuddanos.
No sé qué tiene el poder que, cuando se tiene, transforma a
la gente o, más bien, hace que la gente se quite su disfraz, dejando al
descubierto sus más bajas pasiones, convirtiéndola en ambiciosa, pero de cosas
pequeñas, eligiendo las más de las veces ser la cabeza del ratón antes de la
cola del león.
Oscuro, pero nada misterioso viaje, en el que se opta por la
fidelidad y el seguidismo de personajes de la misma Irene Montero y el turbio
Ramón Espinar o el sectarismo de Juan Carlos Monedero, frente a la brillantez y
el posibilismo de Errejón.
No sé qué pasará de aquí a que se convoquen las próximas
autonómicas dentro de dos años, no sé siquiera si Iglesias seguirá al frente de
un podemos cada vez más fiel, pero, para quienes le votamos y probablemente le
votemos, más frustrante y desencantador. Sólo sé, mejor dicho, sospecho y deseo
que, allá donde vaya, Errejón cumplirá lo que se espera de él. Del mismo modo,
estoy convencido de que esté último golpe de Iglesias a la pluralidad en su
partido puede tener consecuencias que el amado, y votado, líder no ha calculado
bien.
Creo que no ha calculado y, si lo ha hecho, ha despreciado
la posibilidad de que el partido en Madrid y sus aliados no acepten una
imposición tan antidemocrática, más propia de Mariano Rajoy que del secretario
general de un partido que se dice construido desde la base ¿Qué ocurriría, por ejemplo,
si las bases de Podemos en Madrid, representadas en un consejo que controla
Ramón Espinar, rechazan la candidatura de Errejón? Éste estaría en su derecho
de sentirse traicionado y quién sabe si de crear una escisión en el partido
¿Qué ocurriría si, por el contrario, Errejón mejora los resultados ý rompe el
techo del partido en Madrid con Iglesias como cabeza de lista? ¿Cómo habría que
asumir y resolver la precipitada defenestración de quien tendría el apoyo de
los electores?
Creo que Errejón tiene todas las de ganar y Pablo Iglesias,
que, entre hacer que crezca el partido y uniformarlo ha optado por esto último,
tiene mucho que perder. El tiempo que, al final, todo lo pone en su sitio nos
dará de respuesta. De momento, creo, como Ángel Gabilondo, que lo importante es
que, pudiendo haberse evitado, a Íñigo Errejón, le han cesado como portavoz de Podemos en el Congreso y que su llegada a Madrid podría hacer posible que la izquierda vuelva a gobernar Madrid..
2 comentarios:
caretas quitadas? cuando se la quitaron...uno y otro, son una unica mascara....de la involucion totalitaria.
Ciertamente el poder transforma...
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