viernes, 25 de mayo de 2018

PUNTO DE INFLEXIÓN


Ya está. La Audiencia Nacional acaba de revelar el negativo de la hedionda imagen que todos, insisto, todos, teníamos desde hace años ante nuestros ojos, el negativo que, al positivarlo, nos devuelve la imagen de un partido atrapado en el bucle terrible de haberse convertido en una máquina de ganar elecciones "dopado" con las mordidas de constructores y contratistas que alimentaban con una parte del importe de las contratos, convenientemente incorporada al precio final, para que ese partido, ese gobierno siguiese dándole obras con las que seguir pagando la mordida para seguir recibiendo obras con las que seguir pagando y así hasta el infinito.
Una vez descubierta, juzgada y condenada esta trama, hace falta ser Mariano Rajoy, un extraterrestre incapaz, no ya de sentimientos hacia los demás, que no los tiene, sino hacia sí mismo, sin autocrítica, sin la mínima capacidad de arrepentimiento, con el único objetivo de seguir a flote sobre las heces de la corrupción, hace falta ser Mariano Rajoy, el peor compañero en un naufragio, el que va a dejar que te hundas si no es él mismo quien te hunde para seguir flotando, para no dimitir y marcharse pidiendo perdón y para siempre a su querida Sanxenxo o donde sea.
Ahora mismo, con la sentencia publicada y Rajoy atrincherado en la Moncloa, más pendiente de la final de mañana en Kiev que de la dignidad de ese país que tanto quiere y al que tanto debe, somos el hazmerreír del resto del mundo, especialmente de Europa. Y, dado que no ha hecho el menor gesto de contrición ni ha mostrado un solo síntoma de querer dejarlo, alguien tendrá que invitarle a desalojar la Moncloa, antes de que unas elecciones le saquen de allí a empellones.
La llave, para nuestra desgracia, la tienen esos mismos partidos que, con sus síes o sus abstenciones, le dieron permiso para seguir en La Moncloa cuatro años más. De entre esos partidos. Ciudadanos y PSOE, parece que a los socialistas no les va a quedar otro remedio que inmolarse en una moción de censura que difícilmente va a apoyar Ciudadanos, una moción de censura que, por su loca cabeza al dejar sus escaño antes de tiempo, Pedro Sánchez verá desde su despacho o sentado en la tribuna de invitados, hasta ser propuesto por su grupo como candidato, mientras Rivera, el contorsionista, se desarticula poniendo a caer de un burro a su amigo y enemigo Rajoy, mientras le sostiene negando su apoyo a la moción, para que sus muy desorientados y volubles votantes no le vean al lado de Pablo Iglesias.
La sentencia de ayer, que condena al PP por haberse lucrado con la trama y pone en duda por escrito lo que millones de españoles llevamos poniendo en duda la credibilidad de Rajoy, ha pillado a todo el mundo descolocado y eso, a pesar de que la esperábamos, quizá no tan dura, pero la esperábamos.
Sin duda al propio PP, en plena descomposición, también a Podemos, con una estúpida e innecesaria consulta a las bases sobre la coherencia de sus dos máximos líderes, cómo no al PSOE descabezado en el Congreso y, sobre todo, a Ciudadanos a quien, con más puestos de "salir" a cubrir en sus listas que militantes "pata negra" en sus sedes, no le viene nada bien quemarse en el auto de fe de Rajoy o llegar en obras a unas elecciones anticipadas.
De todo lo dicho hasta ahora, de todas las reacciones a la sentencia, la más comprometedora ha sido sin duda la de Albert Rivera que se ha visto obligado a decir que "marca un punto de inflexión", como si lo probado y lo que se condena no fuese de dominio público hace tiempo, como si otro fallo de otro tribunal hubiese podido cambiar lo que ya era de dominio público, la calaña del PP y la de sus dirigentes.
Tiene razón Albert Rivera, la sentencia marca un punto de inflexión, porque, si quiere poner a salvo su "angelical inocencia" cada vez más en entredicho, va a tener que mojarse en la censura del mismo personaje al que antes de ayer dio sus votos para sacar los presupuestos adelante y, con ello, regaló dos años más de gobierno, dos años que Rivera hubiese empleado en sus castings de candidatos, en moldear su discurso, hoy casi vacío, salvo de patriotismo interesado, con arreglo a las encuestas. Sí, sin duda es un punto de inflexión en el que todos, también nosotros, nos jugamos mucho. Y, por cierto, como en el anuncio que protagonizó un pastor de Majalrayo, cabe preguntarse ¿Y Aznar qué opina de esto?

No hay comentarios: