Le recuerdo en los pasillos de la SER, especialmente en esa
escalera que unía las plantas en la que se hacía la radio y la planta en la
que, no en toda, se tomaban las decisiones. En aquella época formaba parte del
consejo de administración t de las tertulias del Hoy por Hoy que dirigía Iñaki
Gabilondo. Le recuerdo, altivo y distante. aunque quizá sólo fuese mi
impresión, y recuerdo también que era una especie de oráculo, al que
consultaban los compañeros que trabajaban para la sección de Economía.
Recuerdo también a su esposa, Inés Alberdi, que, en ademanes
y simpatía, nada tenía que ver con él.
Los apellidos Fernández y Ordóñez, así unidos, significaban
mucho para la gente de mi edad, Por su hermano José Antonio, un brillante
ingeniero de caminos, pero, sobre todo, por el mayor de los Hermanos,
Francisco, brillante ministro que fue ministro, en la UCD y el PSOE, de
Economía y Justicia con Adolfo Suárez y de Exteriores con Felipe González.
autor de leyes tan importantes como la de la primera gran reforma fiscal o la
Ley del Divorcio, y uno de los primeros tránsfugas de nuestra reciente
democracia.
Nada tuvo que ver, al menos para mí, con el menor de los
diez hermanos Fernández Ordóñez, alumno también del elitista Colegio del Pilar,
que ocupó importantes cargos del área de Economía en los gobiernos de Felipe
González y en el Fondo Monetario Internacional y que, en 2006, con Rodríguez
Zapatero en La Moncloa, fue nombrado gobernador del Banco de España. Momento en
el que este señor volvió a mi vida, para cabrearme con su actitud, paternalista
y crítica con los trabajadores y los sindicatos, a los que, viendo lo que
estaba viendo, comenzó a culpar de los problemas que asomaban ya en el país.
Debo decir que me sentí aliviado y me alegré, cuando ayer
tuve noticia de que, por fin, la justicia se avenía a investigar su oscuro
papel en la fusión de las cajas de ahorro y la posterior salida a bolsa de
Bankia, algo que decidió la Sala Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional,
desautorizando al juez instructor, que en repetidas ocasiones se había negado,
pese a la existencia de indicios evidentes de su mala práctica como supervisor
de la Banca, al autorizar la salida al mercado de las envenenadas acciones de
Bankia.
Nunca puede entender que, ante la podredumbre encalada de la
banca española, a quien se dejaba llamar MAFO, como si de una agencia
gubernamental se tratase, lo único que le preocupaba era el sueldo de los
trabajadores, no los bonus ni las cuentas maquilladas de los directivos de las
cajas. No sé si esa actitud era sólo soberbia, si era sentimiento de clase, o
si era algún tipo de complacencia con antiguos compañeros de colegio, pero,
como dicen en mi barrio, "cantaba" bastante.
Por eso me sentiré aliviado cuando, pese a los intentos de
evitarlo por parte del PP y el PSOE, tenga que sentarse ante el juez en la
Audiencia y ante la comisión de investigación que, con toda seguridad se creará
en el Congreso, ahora que la política en España ya no es cosa de dos que se
tapan las vergüenzas unos a otros.
Aunque sólo fuese por ver como se le bajan los humos, me llenará de satisfacción conocer de su boca la
explicación, si la tiene, para tanta desvergüenza y, si no, me compensará
de tanto cabreo inútil saber que su pasotismo ante los desmanes de Rato y CIA y
el dolor que han provocado no queda impune. Creo y me gustaría que así fuese
que la hora de MAFO ha llegado.
2 comentarios:
Un excelente artículo...
A su hermano Francisco... le conocí en su hotelito de Santa Pola (Alicante); cercano al de Santiago Bernabéu.
El colegio del Pilar era lo que es aunque NO lo que fue...,. A Marcelino Oreja le conocí en su despacho del Banco de España.
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A... ¿...?.
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