jueves, 4 de mayo de 2017

ARZALLUZ CABALGA DE NUEVO


Dicen que la política hace extraños compañeros de viaje. Incluso dicen que los hace de cama y que quien ladra desde detrás de la verja a todo el que pasa junto al jardín del amo, se enreda entre sus piernas y llena de lametones sus manos cuando lo tiene dentro de casa. Eso, tras años de ver y oír de todo, es quizá lo único verdaderamente exacto que he encontrado en una ciencia tan inexacta como lo es la política.
Ayer, un poco a escondidas y con prisas, Rajoy firmó con Josu Erkoreka, en sede parlamentaria, la rebaja del cupo vasco que el PNV le exigía para apoyar los presupuestos que le van a permitir ejercer de presidente con una cierta tranquilidad. Nada nuevo. Nada que no hubieran hecho antes González o Aznar. Nada que no se haga cada día, cada minuto, en los cinco continentes allá donde hay un parlamento verdaderamente democrático, un paramento en el que la política se hace (más o menos) entre todos, todos los días.
No pienso criticar, por ello, el acuerdo. Un acuerdo por el que Euskadi reajusta a la baja sus cuentas con el Estado a la hora de pagarle por las competencias no transferidas que ejerce en su territorio. Un acuerdo que, de haber sido firmado por los socialistas o no digamos Podemos hubiese sido tildado de apocalíptico y "rompepatrias" por el mismo Rajoy, los suyos, la prensa amiga y los atrincherados en el cómodo "santuario no se rinde" de Aznar.
Qué poca memoria, qué bendita amnesia que les permite olvidar aquellos tiempos en los que Aznar, con el mismísimo Rajoy en el gobierno, firmaba su tranquilidad con Xabier Arzalluz, la bestia negra del nacionalismo vasco, el mismo que nunca acabó de condenar a las claras a ETA, el que se asustaría años después, al ver las dimensiones que alcanzó la protesta espontánea con la que la sociedad civil vasca respondió as salvaje asesinato de Miguel Ángel Blanco.
Qué poca memoria, qué bendita amnesia, para no tener que recordar todo lo que Rafael Hernando y todos ellos, sin excepción, dijeron de Pedro Sánchez o de Podemos, cuando, ya a la desesperada, trataban de firmar un acuerdo parecido a éste, para que el hoy díscolo candidato a la secretaría general del PSOE, Pedro Sánchez nos devolviese la ilusión a quienes creíamos que España no merece estar otros cuatro años en manos de esta derecha corrupta y trapacera.
Y no sólo eso. Habría que saber dónde están ahora todos esos barones, todos esos patriotas, todas esas cabezas bienpensantes que pretenden guiar nuestra mano y la del líder de su partido, impidiendo una y otra vez que la izquierda intente medir sus fuerzas unida, asustándonos, para que no cayésemos en los mismos "errores" en los que cayó, ya no se acuerdan, Felipe González. Parece que ya nadie nos acordamos de cómo se torpedeó ese intento de Sánchez de formar gobierno, de cómo se le obligó a comerse primero el acuerdo con Ciudadanos y de cómo ese acuerdo, toda una hipoteca, firmado con Rivera y no la torpeza, que la hubo y mucha, de Pablo Iglesias, fue el obstáculo para firmar con los nacionalistas un acuerdo que hiciese posible el gobierno.
Ya nadie se acuerda, entre otras cosas porque los "efectos especiales" y la "música incidental" con que la prensa "afecta" al PP y sus socios, PSOE incluido, hubiese acompañado un acuerdo como el que ayer firmaron Rajoy y Erkoreka, un acuerdo parecido al firmado por Aznar con los nacionalistas, bendecido en su día por el ABC, LA RAZÓN no existía, desde su portada. 
Otros tiempos, pero los mismos perros con distintos collares, a los que más que la patria, les une la cartera. Arzalluz cabalga de nuevo y, si cabalga, por más que me pese en este caso, es porque la democracia funciona.

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